miércoles, 10 de agosto de 2016

Crítica: “Rock Wedding”, de Nalini Singh



Martes, 19 de julio. Salía esta novela y me la bajé al kindle nada más despertarme, mientras desayunaba. Comienzo espectacular. Luego se desinfla un poco y… ¡ups, 20 de julio! Leída en dos días.
Leída en Kindle, en un suspiro.

DATOS GENERALES

Título original: Rock Wedding

Subgénero: contemporánea

Fecha de publicación original en inglés: julio de 2016

Parte de una serie: #4 de la serie Rock Kiss

NO TRADUCIDA AL ESPAÑOL


SINOPSIS (según la página web de la autora)

Después de toda una vida deseando tener una familia de verdad, Sarah Smith pensó que finalmente había encontrado su hogar con la estrellas del rock Abe Bellamy, aunque supiera que Abe no la amaba de la misma manera que ella a él. Pero su breve relación, llena de tragedia y pena, casi la destruyeron. Sola, agitada por las emociones y con su ya débil autoestima rota en pedazos, Sarah lucha por recomponer los pedazos tras su divorcio.

Abe sabe que es el culpable del fin de su matrimonio. Atrapado en una red de dolorosos recuerdos, alejó de sí lo mejor de su vida, a la mujer lista y sexy que adora, rompiéndolos a los dos en el proceso. Luego el destino le ofrece una segunda oportunidad de enderezar las cosas, para probar a Sarah que ella lo es todo para él. Abe quiere desesperadamente esa segunda oportunidad en el amor… incluso cuando sabe que no se lo merece.

Pero, ¿podrá convencer a Sarah – ahora una mujer fuerte e independiente sin él– para que arriesgue su herido corazón de nuevo?


¿Entra dentro de “Lo mejor de la novela romántica”?

No tengo ni idea. Es demasiado reciente. Yo diría que sí, que es muy buena en su género. En All About Romance ya le han puesto una crítica de DIK A, y eso es señal de que puede gustar a bastante gente.


CRÍTICA

En cuanto supe que salía en julio esta última novela de la serie Rock Kiss, me lo apunté y la compré el mismo día.

Empieza con un breve vistazo al matrimonio de Abe y Sarah. Él: de buena familia, con formación como pianista clásico, teclista de los Schoolboy Choir. Ella: chica crecida en la calle, sólo busca estabilidad. Durante el matrimonio, ella se esfuerza en presentar la imagen adecuada, le aguanta sus silencios y sus broncas, su consumo de alcohol y drogas, y hasta que le diga a la cara que no la quiere. Uuuuuuuuuuuuuuuuuu, perfecto felpudo habemus.

Hasta que un día él se pasa tres pueblos y ella le dice que te den.

Después de leer esa primera parte te dices que este tipo va a tener que humillarse mucho-mucho-mucho, para que ella (y nosotras) podamos perdonarlo.

Avanti unos años. Divorcio, Sarah se convierte en exitosa empresaria, se echa otro novio, pasa por una tragedia personal, el nuevo novio (lo vimos en el libro anterior) también le sale rana…

A la media hora de empezar a leer (no sé si llegó a tanto) ya estaba yo llorando como una magdalena. Cuando un libro te coge el corazón en un puño, a las primeras de cambio,… ya estás vendida.

En un momento de debilidad, Sarah decide darse el lujo de un revolcón con su ex... ¡Ah, que bien escribe esas escenas Nalini Singh!

Con motivo de la boda de Molly y Fox (los protagonistas del primer libro de la serie) Abe y Sarah vuelven a coincidir. Sarah lo desea un montón. No me extraña, dicho sea de paso: el formato armario empotrado, alto y de cabeza afeitada es también mi tipo. Ya sé que cuando veis NCIS Los Ángeles, se os van a todas los ojos tras Chris O'Donnell, pero a mí me va más LL Cool J, ¡qué le voy a hacer! Pues así más o menos me imaginaba yo a Abe.

Abe se siente recuperado de sus adicciones, asume su culpa en el fracaso de su matrimonio y sólo quiere una segunda oportunidad, para demostrar a la mujer de su vida que puede ser el hombre que ella se merece.

Como Sarah ya salió escaldada una vez, esto de darle otra oportunidad a su ex,… va a ser que no. Aunque a nadie le amarga un dulce de vez en cuando. Qué sofocos, qué tensión emocional-sexual entre este par de dos…Qué todo.

El tópico de las segundas oportunidades es uno de los mis favoritos. Funciona bien si el autor sabe, por un lado, justificar que la primera vez no les fue bien por algo serio, no me vale que rompan por una tontería; y, por otro, tiene que hacer creíble su final feliz, lo que les fue mal, ya no les va a pasar. ¿Acierta Nalini? Sip.

Aquí cada uno de ellos, pero particularmente él, tiene que superarse para poder mantener una relación madura y adulta. Para reconquistar a Sarah, Abe no se puede permitir ni un solo fallo: ha de ser constante, devoto, romántico, sexy, respetuoso, amable, comprensivo,…

En este libro está muy presente una idea que domina toda la serie: al final, lo que importa no es tanto tu familia de sangre, que puede estar bien o ser un asco, sino la familia auténtica que te formas (porque los eliges o te eligen) de gente que te quiere y apoya de verdad. En todas estas historias “Rock Kiss” hemos visto unos cuantos padres odiosos que han jodido bastante la vida a sus retoños. Para salir adelante y tener una vida plena, lo que cuenta es toda esa gente que de verdad te aprecia, que pueden ser amigos (como Charlotte y Molly, o los chicos de la banda) o parientes molones, alguno biológico, pero otros, como el de Thea o el de Gabriel, adoptivos, que se ganan el título de padre no por haber preñado a la madre, sino por ser auténticamente esa figura paterna que te escucha, te aconseja y está a tu lado porque tú le importas de verdad. Eso sí es un padre.

Esta auténtica lección vital te la transmite Nalini Singh con pasión e insistencia: hasta el daño de una familia disfuncional se supera si cuentas con gente que de verdad te quiere. Si tus padres son un asco, peor para ellos. No hay nada malo en ti.

Yo iba leyendo y me estaba pareciendo un libro de diez. Luego la cosa, pasada la mitad, bajó un poco. Por varias cosas.
… Para mi gusto, lo sentimental acabó cayendo en lo cursi y, en una ocasión, fue francamente hortera.
… Para que la cosa tenga algo de miga recurre al tópico harlequinero que menos me va.
… Más: como ya le vi hacer en Slave to Sensation (La noche del cazador) Nalini Singh insiste en que el chocolate es uno de los mayores placeres femeninos; una idea de lo más trillada.
… Las bodas tampoco es que sean lo mío y con tanto azúcar acaba una diabética perdida.
… Me incomodaba cada vez que Abe pensaba en Sarah como su esposa, aunque estuvieran divorciados, ¡he oído a tanto machista maltratador hablar justo así!
… Luego, Sarah y su “romántica interior”… la primera vez te hace gracia, pero después, cada vez que Abe hacía una monería, ya estaba derritiéndose la romántica de su interior y me daban ganas de gritarle “¡chica, échale ovarios y deja de fundirte en negro!”.
…¡Un Ferrari rosa! Ahí me ha “dao”. Singh lo explica en su newsletter de 8 de octubre, pero semejante atentado contra uno de los iconos sagrados del diseño europeo. Eso. No. Se. Hace.

Así pasó de lectura resacosa a más bien sacarinosa.

Pero me gustó mucho, ¿eh? Nalini anuncia que en 2017 vuelve a tener un jugador de rugby neozelandés como prota, ¡bien! La historia de Gabriel y Charlotte es la que más me ha gustado de la serie así que será otra a comprar el mismo día de su salida.
Valoración personal: notable, 4

Se la recomendaría a: los fans de las contemporáneas intensas y llenas de emoción.

Otras críticas de la novela:

All About Romance le da una graduación de A y la consideran una DIK (Desert Island Keeper) recomendable para todos los amantes de las historias de segundas oportunidades.

Harlequin Junkie, 4 ½ estrellas. No quería que le cayese bien Abe por lo gilipollas que había sido, pero en su opinión, consigue redimirse.


A Romance and Smut, no le convenció la segunda oportunidad (3/5 estrellas).

lunes, 8 de agosto de 2016

¡Es el final feliz, estúpido!



Un final feliz. Ese es el único contrato que se firma entre autor y lector de novela romántica.
Más allá de eso, la imaginación es el límite.
Lo mismito ocurre con la novela negra: tiene que haber un misterio, pero aparte de eso, puedes construir la historia como quieras. Poco tienen en común los tipos, ambientes, argumentos y estilo de Andrea Camilleri, Henning Mankell, Agatha Christie o Dashiell Hammett.
Sólo amor y un final feliz.

Si no hay final feliz, no es de este género. Una historia amorosa puede ser muy romántica y acabar mal, como Romeo y Julieta, o Pablo y Virginia de Bernardin de Saint-Pierre (aunque en España se hizo alguna versión teatral con final feliz). O más recientemente, sin salir de la ficción comercial, cosas como Palmeras en la nieve, Bajo la misma estrella  o Yo antes de Ti. Tendrán historia de amor dentro, serán arrebatadas, apasionadas,… lo que quieras. Pero no son “novela romántica”.
Amor + final feliz.
El resto de características que los críticos achacan al género (estereotipos, superficialidad, machismo, reiteración de las tramas) se darán en muchas novelas, pero no en todas. Igual que en cualquier otra novela de género, como la ciencia ficción o la novela negra. Las hay buenas, malas y regulares, y unas poquitas que se siguen leyendo años después.
Y en muchas, las princesas no son boludas, hacen (sobradamente) su parte.
A mí me gusta compararlo con la música. De Monteverdi para acá se han compuesto miles de óperas, muchas refritos de otras anteriores (literalmente: los autores se plagiaban a sí mismos) y más de una tan coyunturales (para celebrar unas bodas reales o una coronación) que no se les pasaba por el magín que se pudieran representar doscientos años después. ¿Qué queda en el repertorio? Un puñado escaso. Se calcula que las óperas que se representan con regularidad no pasan del centenar.
Durante gran parte de su historia, el final feliz era requisito de la ópera. He llegado a ver óperas barrocas en las que el mito de Orfeo y Eurídice acaba bien. La necesidad de matar a la heroína es muy del XIX.
Cuando vas a un concierto, ya conoces la pieza, por haberla escuchado cien veces. Sabes lo que vas a oír, pero no cómo lo van a interpretar. ¿Un desastre? ¿Una maravilla? En realidad, lo único seguro es que será único.
Lo mismo con la romántica: sabes que los amantes acabarán juntos y vivos. Pero el camino hasta ahí será maravilloso o mediocre o infumable.
Juntos + vivos = final feliz.
En productos culturales como la música o la pintura se acepta casi cualquier manifestación, aunque algunas se admita que son geniales y otras del montón. Se sabe sacar el mérito (enorme o escaso) de cada cosa.
Pero eso no pasa con los libros. No. Son un producto cultural distinto. Siempre me ha sorprendido el veneno que muchos lanzan contra libros que no encajen con su visión de lo literariamente correcto. Es un odio visceral y destructivo que –de verdad- no he visto en otras ramas del arte. Si por ellos fuera, toda la novela romántica, todos los superventas, los libros de ciencia ficción, la novela negra y los thrillers deberían arder en la hoguera.
Podrían dirigir sus ataques contra quienes no leen, por ejemplo.
O contra quienes prefieren ir al fútbol los domingos.
O, mejor aún, que no atacaran a nadie.
Que defiendan y ensalcen lo suyo, que compartan lo que de bueno tienen “sus” libros con el resto, sin despreciar a quienes –además- leemos otras cosas.
Quien no lee, no suele atacar al lector de romántica. Sólo te va a despreciar el exquisito que sólo tiene en sus baldas de Proust para arriba. El mismo letraherido que protestó cuando a Pérez-Reverte lo eligieron académico.
El Diccionario RAE no define la novela romántica. No hay ninguna que encaje con el amplio espectro de historias que las lectoras consideramos como “nuestras”. Lo más parecido es el término “novela rosa”.

Novela rosa. f. Variedad de relato novelesco, cultivado en época moderna, con personajes y ambientes muy convencionales, en el cual se narran las vicisitudes de dos enamorados, cuyo amor triunfa frente a la adversidad.

Siempre me ha sorprendido que otros tipos de novela se definan asépticamente por su contenido y esta sea la única definición que incluye juicios de valor (convencionalismo en personajes y ambientes). En esta definición simplemente no caben los estudios psicológicos de una Laura Kinsale o más modernamente de Courtney Milan, ni todas esas novelas en las que la adversidad no amenaza el amor de los protagonistas. Y excluye todo relato en el que los enamorados no sean dos.
Podría ser útil este concepto de “novela rosa” como un subgénero más dentro de la romántica. En España abarcaría obras como las de Carmen de Icaza o Corín Tellado. Son historias cortitas que a veces se escribían para revistas como novelas por entregas. ¿En el ámbito anglosajón? Los Mills & Boon, Harlequin o Silhouette de toda la vida. Su brevedad las hace centrarse en la relación amorosa, con una gran economía de medios. Son las que yo llamo “genéricas”.
En ellas hay más de una joya, pero en general son -por así decirlo- lo peor de lo peor. Muchas lectoras de romántica que se meten entre pecho y espalda los novelones de Paullina Simmons o Diana Gabaldon, no tocarían un harlequín ni con la mirada. Pero hay que respetar que, a veces, eso es justo lo que te apetece. Hay quien se distrae con sus equivalentes del western. Zane Grey, por ejemplo, ha llegado a ser autor de culto con novelitas del Oeste de parecida técnica, estilo y extensión. Por no hablar del patrio Marcial Lafuente Estefanía. Sería injusto no encontrarles ningún mérito.
Pero desde esta su versión más humilde hasta las la más compleja y ambiciosa, todo es romántica. Hasta el rabo, todo es toro. O sea, el final feliz. Si no, es que es otra cosa.
Historia amorosa + final feliz
Leon Kaufmann: Mujer leyendo (antes de 1933)
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