sábado, 13 de septiembre de 2014

Crítica: "Talk Sweetly to Me", de Courtney Milan



Este NO es un libro de la lista Top 100 AAR
…Y no sé si alguna vez aparecerá, pero es de Courtney Milan, autora que siempre me gusta.
talk sweetly to me
Portada, tomada de
la página web de la autora

DATOS GENERALES

Título original: Talk Sweetly to Me
Fecha de publicación original en inglés: 2014
Subgénero: histórica – 1882

Parte de una serie: 4.5 de hermanos Sinister


SINOPSIS (según la página web de la autora)

Nadie sabe quién es la señorita Rose Sweetly, o qué cosas le gustan. Es tímida, la hija de un tendero, pero muy dotada para las matemáticas, y sueña con las estrellas. Mujeres así sólo llaman la atención gracias al escándalo. De manera que, muchas gracias, pero prefiere la oscuridad.

Toda Inglaterra conoce a Stephen Shaughnessy. Es un famoso columnista que da consejos y también un calavera conocido. Cuando se muda a una casa justo al lado de Rose, ella descubre que además, es perversamente divertido, endiabladamente insinuante, y guapo hasta decir basta. Pero cuando se interesa por su trabajo matemático, se da cuenta de que el señor Shaughnessy no es sólo un escándalo andante. La está esperando… y si ella no tiene cuidado, acabará totalmente arruinada.

CRÍTICA

El 18 de agosto se lanzó esta novela corta, 0,89 € en digital. Lo dicho: no hay ninguna autora de su categoría que venda novedades a ese precio.

La historia transcurre en 1882, año en que se produjo un tránsito de Venus que tiene cierta relevancia en la trama.

Al escritor Stephen Shaughnessy, lo conocimos en la cuarta novela de la serie hermanos Sinister, The Suffragette Scandal (“El escándalo de la sufragista”), cuya crítica ya colgué aquí .

Ha ido a vivir a Greenwich, encantadora localidad al otro lado del Támesis, que tuve la suerte de visitar este año. Pronto queda intrigado por su vecina, una joven negra prodigiosamente dotada para las matemáticas. Trabaja como calculista o computadora humana para hacer los monótonos cálculos que se necesitan en astronomía. Asume que no podrá nunca formar parte de expediciones científicas o progresar en sus estudios por esa doble limitación, el color de su piel y su sexo. Y que en el futuro, tendrá que casarse y tener hijos, sin plantearse si ese hipotético marido le dejará dedicarse a lo que es su trabajo y su pasión.

Si hay alguien a quien no le importan los convencionalismos es a Stephen. Con tal de estar a su lado y conocerla, se embarca en el estudio de las matemáticas y la astronomía. ¿Es posible que un telescopio y la observación de un infrecuente fenómeno astronómico sean románticos? Pues sí. Ya lo dice Stephen:


“Antes de que me digas que me largue, déjame ponerte las cosas lo más claro posible. Te amo. Te he amado durante meses, y no quiero seguir sin ti. Quiero casarme contigo. Quiero comprarte telescopios. Quiero que seas la madre de mis hijos. Te quiero, Rose. A ti, y sólo a ti”.


¿Comprarte telescopios? Bueno, si sientes vocación por la astronomía, eso vale más que un anillo de diamantes.

Siendo una novela corta, no hay demasiada peripecia. Ni tampoco hay una gran historia romántica, ya que ambos se gustan desde el principio. En lo que se centra es más en la evolución psicológica de los personajes. Sobre todo de Rose, que ha de aceptar que la vida nunca será perfecta: el marido al que nebulosamente ve en su futuro quizá no sea complaciente con su vocación matemática, y quien más acepta que ella es como es, es justo el que puede arrastrarla al escándalo.

Me gusta especialmente que Courtney Milan se atreva con aspectos generalmente ignorados por la novela romántica histórica. ¿Cuántos tópicos se ha atrevido a desafiar aquí?

1.- Una pareja interracial, para empezar. De los cientos (¿quizá miles?) de novelas románticas que llevo leídas, ahora mismo sólo recuerdo otra pareja mixta, chico blanco chica negra, Sam & Alyssa, de la serie Troubleshooters, de Suzanne Brockmann.

2.- Una científica en el siglo XIX inglés. Esto es mucho menos insólito. Amanda Quick tiene unas cuantas mujeres inclinadas por la ciencia. Pero ciertamente, creo que las superan el número de damas en busca de marido. Recordemos el cuarteto de las Floreros de Kleypas, sin ir más lejos.

3.- Un héroe católico, un irlandés en la Inglaterra victoriana. Vale, hay mogollón de irlandeses en el género, especialmente dotados para a) los caballos y b) la seducción de damiselas de buena familia. Pero nunca se menciona su religión. No es que me interese por el tema religioso en sí, sino por la caracterización de los personajes. Parece que se ocultan aquellos aspectos de los personajes que puedan chocar u ofender a nadie. ¿Política, religión? Tu novela romántica al uso ignorará esas cosas. No se notan, no traspasan.

Stephen es irlandés, y de los que se confiesa. Eso no le impide comportarse como escandaloso calavera, guapo y con musculatura desarrollada después de años como remero en Cambridge. Lo uno no quita lo otro. Tampoco se oculta que como católico ha tenido que lidiar también con la discriminación. La cuestión irlandesa -estrechamente vinculada a la problemática católica -era una de las controversias en la sociedad victoriana. Heredera de la sistemática explotación de Irlanda por el Reino Unido. No hace mucho, el periodista Robert Fisk se acordaba precisamente de las barbaridades perpetradas por Oliver Cromwell, “quien hizo a los civiles de Drogheda lo que el musulmán Lord Protector al-Baghdadi ha hecho a sus enemigos”. Que no se nos olvide que, de todas las antiguas colonias inglesas, la República de Irlanda es una de las pocas que dejaron de formar parte de la Commonwealth. Por algo será.

El formato novela corta impide profundizar en este tema u otros, como el colonialismo y su relación con la población negra en la Inglaterra de la época, pues por ejemplo Africanus Horton -al que menciona C. Milan al final-, procedía de Sierra Leona. Resulta chocante pensar que en aquella sociedad había minorías ignoradas en tantísimas novelas románticas históricas centradas en el siglo XIX inglés, olvidando otros tiempos y lugares. ¿Quizá no eran estadísticamente muy relevantes? Bueno, como dice la propia C. Milan al final:


Aunque no tenemos estadísticas por raza, para el año 1882, Gran Bretaña probablemente había formado tantos doctores negros como duques había…


A esto se llama mala leche: probablemente los doctores negros en Londres eran tantos como duques y sin embargo ¿quién sale en las novelas? ¿A quién se ignora? Ya he mencionado aquí la hiperinflación de duques en la novela romántica histórica. 

Y acabo con una curiosidad. Courtney Milan elabora sus propias portadas. Como explicó en tumblr, usa una base de fotos de novias, y lo que hace es retocar el vestido, el fondo, etc. para adecuarlo a la historia. Cuando se puso a hacer la portada de este libro, se encontró con que el número de novias negras es limitado, es una población infrarrepresentada. Le dedicó un artículo en su blog “Can we talk about blackwomen in stock photos?”.

Valoración personal: buena, 3

Se la recomendaría a: todos los que quieran novela romántica histórica con un toque original.

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