En el anterior post sobre este tema, señalé que una de las posibles formas de entender el canon es considerar que
está formado por las novelas clásicas. Las que han sobrevivido a lo largo del
tiempo y que siguen encontrando nuevos lectores. Era, por así decirlo, la teoría Coetzee sobre el canon
literario.
Otros, en cambio, entienden el
canon como “lo excelente” desde el punto de vista estético. Sería, por así
decirlo, la postura Bloom.
No, no este Bloom |
Harold Bloom considera que no hace falta que una obra
sea representativa de nada (época/grupo/ideología) para estar en el canon. Se
incluye en él si alcanza una destacada calidad estética.
Visto así, es un tema de interés para los estudiosos,
no para mí como lectora. Encuentro antipática la idea de que haya algo
“bueno” en términos absolutos, ajeno a cualquier tiempo y lugar. El gusto cambia
a lo largo del tiempo. Cosas aparentemente consagradas han estado en otro
momento pasadas de moda.
Hubo épocas en que se
veía a Shakespeare como un dramaturgo defectuoso. Bach tuvo su travesía del
desierto, sobreviviendo en la memoria del músico profesional e ignorado por el
público. Como Velázquez, pintor de pintores. Acordaos de que la obra de Miguel Ángel incomodaba a los contrarreformistas hasta el punto de que algún
“sobradete”, como Doménikos Theotokópoulos (El Greco, para entendernos) se
ofreció a repintar la Capilla Sixtina.
Los lectores, básicamente, queremos encontrar libros que nos “digan
algo”.
Beowulfo
Ilustración de A
book of myths (1915)
Autor: Helen Stratton
|
Pondré un ejemplo literario,
para que se me entienda mejor. Si cuentas, por ejemplo, la historia de la
literatura anglosajona, esto es, la de las Islas Británicas antes de la
conquista normanda, debes mencionar un montón de vidas de santos o paráfrasis
bíblicas aburridísimas. Pero si eres un lector que lee sólo por entretenerte, o
por enriquecimiento personal, entonces disfrutarás de Beowulfo. O, si tu sensibilidad te inclina a la poesía, La ruina, la Batalla de Maldon o el
Lamento de la esposa.
Estas obras aún nos
llegan como seres humanos, aunque nuestras vidas sean tan diferentes a la
sociedad en la que surgieron.
Bajando de tales alturas
y aplicando esta idea al género romántico, hay autoras que siguen ganando
lectores entre las generaciones más jóvenes, como Georgette Heyer o Kathleen
Woodiwiss, y otras que me parece a mí que más bien no, como Barbara Cartland o Corín Tellado. Las primeras son clásicas, además de canónicas. Las
segundas, “sólo” pertenecen a la historia del género.
Para que nos
entendamos:
K. Woodiwiss = Clásica y canónica = Vintage |
El estudioso que quiera profundizar en
el género, explicarlo, saber de dónde viene y en qué situación se encuentra
ahora, debería trabajar sobre obras canónicas. Esto obliga no sólo a atender a las
novelas más ambiciosas literariamente, tipo Laura Kinsale, sino también las que resulten significativas, por
otras circunstancias, como:
A)
Tener un impacto en la sociedad fuera de
los límites de la comunidad del género. Desde El árabe de E. M. Hull,
hasta las Cincuenta sombras de Grey,
de E. L. James;
B)
Cambiar algo dentro del género: una
nueva tendencia/tópico/manera de escribir/de vender/ de marketing... lo que sea, en el género (como, por ejemplo, La llama y la flor);
C)
Representar un modelo, un tipo, de los
diversos subgéneros, incluso si no tienen ninguna de las características
mencionadas con anterioridad: histórica, de vikingos, de piratas, medieval, del
Oeste,… Regencia, ciencia ficción, paranormal, uno inspirador/cristiano,
fantasía urbana, juvenil y también New
Adult, y demás, contemporánea, genérica (category),
steam punk, multicultural, erótico, romance LGBT…
Un bosquejo de
algo así lo ofreció Wendy the Superlibrarian, “la Superbibliotecaria”, enumerando
aquellos libros o autores que la comunidad romántica ha reconocido como representativos,
con significado histórico y cultural dentro del género. Podéis leer su artículo
aquí. Resumo su lista.
1) Jane Austen (1775-1817)
2) El árabe (1919), de Edith Maude Hull (1880-1947)
3) Georgette Heyer (1902-1974)
4) Las reinas
de la novela gótica: Mary Stewart
(1916-2014), Victoria Holt (1906-1993), Phyllis Whitney (1903-2008), Barbara Michaels (1927-2013)
5) La llama y la flor (1972), de Kathleen Woodiwiss (1939-2007)
6) Nora Roberts (n. 1950)
7) Jayne Ann Krentz (n. 1948)
8) Christine Feehan
9) Amor redentor (1991), de Francine Rivers (n. 1947)
10) Suzanne Brockmann (n. 1960)
11) Las diosas
del romance erótico: Bertrice Small
(n. 1937), Thea Devine, Susan Johnson (n. 1939), Robin Schone (n. alrededor de 1954)
12) The Color of Love (1995), de Sandra Kitt (n. 1947)
Coincidas con
ella o no (yo discrepo en algunas cosas), es un estupendo punto de partida.
Para saber más, uno de los podcasts de SBDA se dedicó en su momento
a “The Romance Canon”, el 22, que se
puede bajar gratis en iTunes. Señalaron un problema obvio: si
quieres conocer el canon, vas a tener que leer libros malos. Es un programa sin
desperdicio, realmente demasiado exhaustivo para resumirlo aquí. Hablan de que
en realidad hay tres cánones: contemporánea (dentro de la cual se incluirían
los genéricos o category), histórica
(Old Skool y New School) y paranormal.
En fin. Acabo este post, que ya
se alarga demasiado. Simplemente, si algún estudioso quiere ponerse en plan
erudito a construir algo que histórica y genéticamente se pueda considerar el “canon”
de la novela romántica, ya le he puesto aquí suficientes ideas. ¿Los lectores? Pasamos de que nos digan qué debemos leer. Otro día hablaremos de ello.
Siguiente (y último): El canon de la novela romántica (5): No nos hace falta
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