domingo, 23 de abril de 2017

Crítica: “Resplandor secreto”, de Sandra Brown



Tópico harlequinero: Segunda oportunidad con niño incluido.
Ed. Mira
Abril 1996


DATOS GENERALES
Título original: A Secret Splendor
Subgénero: contemporánea/Genérica
Fecha de publicación original en inglés: enero de 1984
Pseudónimo: Erin St. Claire
Serie: Silhouette Intimate Moments (SIM) – 29 / Silhouette Sensation (SEN) - 64

SINOPSIS (según la Casa del Libro)
Tras la muerte de su hijo Joey, Arden sentía un terrible vacío; pero tiempo atrás había dado a luz a otro bebé, un niño al que había renunciado nada más nacer en un intento desesperado por escapar de un infierno emocional.
Arden estaba convencida de que el hijo al que nunca conoció podía aliviar el dolor por la muerte de Joey; sin embargo, sabía que encontrarlo podría resucitar las medias verdades, las terribles mentiras y los secretos relacionados con su nacimiento. Porque significaría encontrar también al hombre que lo engendró...

¿Entra dentro de “Lo mejor de la novela romántica”?
No, la verdad.

CRÍTICA
Seguimos con los Silhouette Intimate Moments que Sandra Brown escribió con el pseudónimo de Erin St. Claire. Aquí trata un tema que posiblemente en la época fuera muy rompedor: las madres de alquiler, antes de que se regulara (creo). Aunque la verdad es que la cuestión sigue siendo polémica. Pensé que en España estaba zanjado por la prohibición legal que existe, aunque ahora se quiere reabrir el tema.
Esta novelita no es, realmente, gran cosa. La estaba leyendo y era un poco como estar viendo un culebrón ochentero tipo Santa Bárbara o así, en que pasan cosas desquiciadas.
Hasta me imaginaba a la protagonista vistiendo como Robin Wright (de la época de Santa Barbara, claro, no de House of Cards), Lady Di o la mismísima Nancy Reagan.
En fin, sé que me voy a repetir un poco, respecto a la crítica que hice hace unos cinco años para el rincón de la novela romántica.
La verdad es que el principio es intrigante. Tenemos a un tenista entrenándose en un club. Un grupo de fans lo jalea. Pero él sólo está pendiente de una elegante mujer, sentada a una mesa, que se dedica a escribir y no hacerle el menor caso. Esto le pica la curiosidad, así que hace una apuesta consigo mismo. Si cuando él salga del vestuario, ella sigue allí, le hablará.
Drew McCasslin es un tenista profesional en horas bajas. Su mujer Ellie falleció, él le dio al alcohol y su juego se fue por el desagüe. Ahora ha dejado de beber y está dispuesto a ponerse en forma de nuevo para volver a ser el número uno.
Arden Gentry tampoco lo ha tenido fácil. Un matrimonio desastroso y un hijo, Joey, enfermo. Aceptó ser madre de alquiler para tener dinero que le permitiera divorciarse y pagar las facturas médicas del niño. De nuevo un planteamiento típico de país sin una sanidad pública en condiciones y que aquí nos resulta un poquito ajeno.
Cuando el niño murió (y si te implicas, verdaderamente todo resulta muy triste), Arden empezó a pensar en ese otro hijo que tuvo por inseminación artificial. Querría conocerlo, hacerse amiga de la familia, incluso poder verlo de vez en cuando. Después de investigar y pensar, cae en la cuenta de que el hijo que tuvo fue entregado a Drew, el tenista, y Ellie, su hoy difunta esposa.
Por ello Arden ha viajado hasta Hawái, para conocer a Drew y a su hijo. Ha conseguido llamar la atención del tenista profesional con el truco más viejo del mundo: no hacer caso a una superestrella del deporte acostumbrada a que todo el mundo esté pendiente de él. Logra intrigarlo precisamente porque no aparenta curiosidad alguna.
Cuando Drew sale del vestuario, Arden sigue allí. Él se presenta con la frase “Debes tener un montón de amigos y parientes”. Lo dice porque cree que ella ha estado escribiendo tarjetas postales. Ella le aclara que no es así, y a partir de ahí, empiezan a hablar. Luego hay citas, besos, y surge algo con lo que ella no contaba: enamorarse del padre de su hijo biológico.
Ella no le dice quién es. Y cada vez le resulta más difícil confesar que fue la madre de alquiler con la que él y su esposa tuvieron un hijo. Toda la tensión del libro gira en torno a ese secreto, algo que podría haberse resuelto con una conversación de adultos en la página 20.
Por lo que se refiere al enamoramiento y la pasión que se desarrolla entre Drew y Arden, es una novela Harlequin/Silhouette buena y sensual. Los personajes son muy creíbles y, además, distan de ser perfectos, lo que les hace muy humanos. Y en su época trató un tema novedoso, como era el de las madres de alquiler.
Añado que, para ser un héroe ochentero, Drew resulta bastante normal y cariñoso. Un hombre que se ha estado hundido en la miseria y sale poco a poco, consiguiendo volver a jugar al tenis, alejándose de la bebida y enamorándose de nuevo. Todo muy positivo.
Tiene el toque de un malo bastante impresentable, el primer marido de ella, que funciona de una manera realmente perversa. Te explicas muy bien que ella aceptara ser madre de alquiler sólo para librarse de él. Vaya bicho.
Es, por momentos, un culebrón descabellado de esos de amor, lujo y hombreras, que si te lo tomas así es como ver un episodio antiguo de –ya digo- Santa Barbara, suspendes tu incredulidad y pasas un buen rato.
Pero hay algo bastante malo, que para mí me chafó la experiencia, quizá no tanto la primera vez que lo leí pero sí ahora, que soy menos paciente con las chorradas: todo gira en torno a un secreto que ella no revela, y que va retrasando una y otra vez. La novela se alarga demasiado. Tanto, que acaba dejando de interesarte. Llega un momento que le darías dos tortas a esta heroína procrastinadora, a ver si espabila.
Oye, si eres de los que no importan los secretos tontos, yo creo que lo puedes disfrutar, ya digo, como si fuera un culebrón. Pero si estas cosas cada vez te ponen más nerviosa, como me ocurre a mí, mejor busca otra cosa.
Eso sí, hay un momento en que menciona una de las mejores líneas de Bette Davis: I'd like to kiss you, but I just washed my hair. Es de la película Esclavos de la tierra (1932) un raro intento de hacer drama social a la estadounidense que no salió muy allá pero tiene esta frase inolvidable, y dicha como la dice Bette.
Me encantaría besarte, pero acabo de lavarme el pelo.


Valoración personal: pasable, 2

Se la recomendaría a: los aficionados a los culebrones.

Otras críticas de la novela:
Con estos libros del año de la polka, y más si no son particularmente buenos, es difícil encontrar críticas más allá de las de Amazon o Goodreads. Así que pongo lo poquito que he encontrado.
 En El Rincón de la Novela Romántica hay dos críticas de este libro, una de ellas, la que hice hace unos añitos.
Y, en inglés, pongo enlace a Good Reads (3,6 estrellas de media) Me encanta una lectora a quien el libro le pareció ridículo. “Quiero decir todo en él es ridículo: los personajes principales, los motivos de los personajes principales, la trama, todo el “misterio”… Quise estrangular a la heroína al menos cada dos páginas”. Hombre, no es para tanto, Jane de Cracovia (Polonia), no hace falta estrangularla, de veras, creo que basta con dos tortas bien dadas.

Luego, encontré una brevísima reseña en el blog Confessions of a Bibliophile.

1 comentario:

  1. Tiene pinta de culebrón y ahora mismo no me apetece lo más mínimo. Quizá hace unos años lo hubiera leído y disfrutado, pero ya no.


    Un saludo

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