domingo, 16 de abril de 2017

Crítica: “Tempest in Eden”, de Sandra Brown



Tópico harlequinero: Segunda oportunidad en el amor, pero también los opuestos se atraen
Diseño de cubierta: Jackie Merri Meyer
Foto de la cubierta: Herman Estevez
Escritura: Carl Dellacroce
Warner Books, marzo 1996


DATOS GENERALES
Título original: Tempest in Eden
Subgénero: contemporánea
Fecha de publicación original en inglés: diciembre de 1983
Colección: Second Chance at Love n.º 164

SIN TRADUCIR AL ESPAÑOL    

SINOPSIS (de la contraportada)

Cuando la desinhibida y llamativa Shay Morrison se encuentra accidentalmente con Ian Douglas saliendo desnudo de la ducha, y ve cada espléndido centímetro de ese cuerpo, le resulta ligeramente divertido y sensual; pero es capaz de mantenerse impasible. Ian, sin embargo, está claramente disgustado. ¿Por qué? Porque su profesión es tan sorprendente como la de ella. Shay Morrison es una modelo de desnudos de artistas, y no le importa exponer su cuerpo para inspirar grandes obras de arte.

Pero es que él es un pastor protestante, y de una parroquia muy formal.

El frío desinterés de Ian hiere el amor propio de Shay. Así que decide seducirlo, demostrar que él es un hombre, con deseos como cualquier otro. Sin embargo, cae en su propia trampa: sus debilidades y la poderosa fuerza de su sexualidad. Ahora esta mujer, que ha tenido malas experiencias en su pasado, debe intentar comprender a un hombre totalmente distinto a los que ha conocido hasta la fecha… Y los nuevos sentimientos que afloran en su corazón.

¿Entra dentro de “Lo mejor de la novela romántica”?
No. La leí sólo porque es de Sandra Brown.

CRÍTICA

Creo que la primera vez que leí esta novela fue a finales de los noventa. La releí en 2013 para publicar crítica en El rincón de la novela romántica. Y le he dado otro repaso ahora. Las tres veces me ha gustado, la verdad. Publicaré más o menos la misma crítica que hice en su momento para RNR.

La serie “Second Chance at Love” de Jove se dedica a historias contemporáneas en las que los protagonistas (viudos o divorciados) le dan una segunda oportunidad al amor.

La madre de Shay Morrison se acaba de casar precipitadamente. Shay no lo entiende: “¿No estás embarazada, verdad?”.
La madre suspira: “¿Cuándo aprenderás a hablar como una dama?”.
Pero Shay es un espíritu libre: “Cuando no ser una dama deje de ser tan divertido”.
Está orgullosa de su cuerpo y de su carrera como modelo para artistas. Posar desnuda es algo normal en ella. Pero no significa que tenga una vida promiscua. Su fracasado matrimonio es una espinita que tiene clavada. Sabe que no podrá amar a nadie que no la acepte tal cual es.

La madre de Shay la invita a pasar el fin de semana en una chalecito en las montañas de Connecticut, así conocerá a su nuevo marido y al hijo de este. Cuando Shay llega, los maduritos recién casados se han ido a hacer la compra.

Entra en la casa, va a su habitación, la puerta del baño está abierta... Ian está duchándose mientras canturrea “Good Vibrations” de los Beach Boys. Ella se acerca a cerrar la puerta justo cuando Ian sale de la ducha y Shay se queda mirando, encantada, porque realmente Ian tiene un cuerpazo que merece la pena. Cuando él se da cuenta, se avergüenza (él) y se enfada (él), cual pudibunda damisela victoriana (él).

Empiezan con mal pie. Ian es claramente hostil, a pesar de que Shay no ve que la cosa sea para tanto. Poco menos que la acusa de ser una inmoral, pero Shay replica que no tiene por qué avergonzarse. Ian se pone tan puritano que Shay decide escandalizarlo soltándole que trabaja como modelo de desnudos. Entonces Ian la deja muda contestando que él es pastor, o sea ministro de una iglesia protestante.

A lo largo del fin de semana, queda claro que no se soportan. Los comentarios de él son irritantes y a veces suenan muy retrógrados. Cuanto más indiferente permanece a los atractivos de Shay, más intenta ella provocarlo. Incluso le enseña imágenes de trabajos que ha protagonizado: todo muy artístico, pero obviamente desnuda. Algo así entusiasmaría a cualquier hombre.

Pero no a Ian: “Sí, muy bonito, seguro que tienes una gran carrera por delante, a menos que engordes o algo así”.

Un guantazo te daba yo, estirado insoportable.

Sus esfuerzos dan con una muralla. Shay sólo consigue ponerse en evidencia como una joven caprichosa. ¿Es posible que ella, con su cuerpo perfecto, su amor a la vida, su entusiasmo, le deje totalmente indiferente?

Evidentemente, no es así. A pesar de que su relación es un poco “Te odio pero te deseo”, acaban enamorándose.

Shay siente muchas inseguridades sobre su relación. Se siente muy atraída por Ian, pero ya ha pasado por un matrimonio que fracasó porque su marido intentó convertirla en algo que ella no era. Shay está orgullosa de su trabajo, y cómoda con su sexualidad, no va a dejarlo sólo porque su enamorado quiera.

Para Ian, su vocación es lo primero. Aunque la ansíe desesperadamente, no hará nada que vaya en contra de sus creencias religiosas. Una modelo de desnudos no parece la profesión más adecuada para la esposa de un pastor.

Parece imposible que su relación llegue a buen puerto. No obstante, acabarán superándolo todo, enamorándose no se sabe muy bien por qué y con escenas amorosas de alto voltaje incluidas.

Para mí, lo más logrado es el esfuerzo de Ian por permanecer indiferente, y la lucha consigo mismo por no caer en la tentación. Ya he dicho otras veces que es difícil encontrar un conflicto creíble en una novela contemporánea, a diferencia de una histórica. Hay realmente pocos motivos sólidos para que dos personas que se gustan no tengan sexo o no estén juntas.

Un argumento plausible para mantener la tensión sexual no resuelta es justo este. Uno de ellos es religioso y le parece inmoral el sexo fuera del matrimonio mientras que, al mismo tiempo, siente deseo como cualquier persona sana.

Estos protagonistas tan inusuales (un pastor y una modelo) es un punto a favor de esta historia. Puede incomodar un poco si te has educado en una cultura católica. Cuesta pensar en un sacerdote como figura romántica y que la cosa acabe bien. Es inevitable recordar El pájaro espino, historia que funciona porque el amor entre Meggie y Ralph es imposible y no tienen un final feliz sino trágico… y si te olvidas de cierto tufillo pedófilo dado que se conocen cuando ella es niña.

Oye, qué ganas me están entrando de releer El pájaro espino, ya os contaré.

Los protagonistas de Tempest in Eden son protestantes, y como los ministros de ese culto se casan, es lógico suponer que también tendrán sus historias de amor. Pero suena raro visto desde una cultura católica.

Al releerla ahora, otra vez, me parece que sí que pasa el corte. El conflicto interno y el choque entre dos personas con filosofías de vida opuestas sigue funcionando. Hay razones creíbles, tanto de partida como en el desarrollo de su relación, para que estas personas tengan que esforzarse para tener su final feliz. Eso también tiene un punto de interés. Un matrimonio exitoso entre personas muy diferentes resulta un poco más difícil: hay que pactar cosas que, si tenéis más o menos la misma actitud ante la vida, ni siquiera hace falta mencionar. Creo que la novela refleja esto bastante bien.

Así que, para mi gusto, sí es de las que merece la pena rescatar, siempre que tengas presente el tipo de novela que es y que se escribió hace más de treinta años.

Valoración personal: interesante, 3.
Jove, dic-1983

Se la recomendaría a: los que les guste el tópico de opuestos se atraen.

Otras críticas de la novela:
Una versión anterior de esta crítica (prácticamente la misma) la publiqué hace cuatro años en El rincón de la novela romántica.
Esta novela, en Mouth Shut, tiene una puntuación media de 2,5.
Y como no he encontrado más, enlazo a la página de Good Reads, donde la valoración media es de 3,4.

1 comentario:

  1. Pues me la apuntaré porque el tópico de que los opuestos se atraen me encanta. y, si pasa tu corte, sé que al menos me va a entretener.
    Y oye, qué buena me parece El pájaro espino, tenía un concepto sobre ella por la serie (que no he visto) que era totalmente equivocado, me sorprendió bastante. Colleen McCullough me parece una escritora soberbia.
    Besos!

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