En este mes de abril se cumplen cuarenta años de la publicación de The Thorn Birds, novela que al español
ha conocido al menos dos títulos: El
pájaro espino y El pájaro canta hasta
morir.
Fue un superventas de la época, el libro australiano más vendido de la
historia, 33 millones de copias en todo el mundo. En tapa dura, estuvo más de
un año en la lista de best-sellers
del New York Times.
Y todavía vendió más cuando se hizo una serie de televisión en 1983. En
España la pusieron en 1985.
No es una novela romántica, porque no tiene un final feliz. Hay una
historia de amor secundaria que sí acaba con los amantes juntos y vivos, pero 1)
no ocurre lo mismo con la principal y 2) esos secundarios te importan bastante
poco.
DATOS
GENERALES
Título original: The Thorn Birds
Género:
novela histórica
Fecha de
publicación original en inglés: 1977
SINOPSIS
(de la contraportada)
Publicada anteriormente con el título de “El pájaro espino”, esta novela es
una vigorosa y conmovedora saga que abarca medio siglo de la vida de una
familia irlandesa emigrada a Nueva Zelanda y Australia, y gira en torno al amor
prohibido de una mujer por un hombre consagrado a Dios. En palabras del Washington
Post: “Un grandioso best-seller, absorbente y de extraordinaria calidad”.
¿Entra dentro
de “Lo mejor de la novela romántica”?
No, porque no es una novela romántica, no acaba bien, sorry.
Pero sí que es verdad que la tengo en mi lista porque es bastante recordada en
la blogosfera romántica y siempre hay algún lector que cuando le preguntan por
sus novelas de amor favoritas, recuerdan esta. Es de esas que yo llamo
“románticas a su manera”.
CRÍTICA
Esta es la
historia de una saga familiar, los Cleary, entre 1915 y 1969. Empieza en Nueva
Zelanda, pero pronto, cuando la única niña de la familia, Meggie, tiene en
torno a diez años, emigran a Australia. Los reclama Mary Carson, una pariente
rica que es mi personaje más memorable. Que la interpretase Barbara Stanwyck en la serie fue todo
un acierto, porque está perfecta como mujer poderosa, independiente, cerebro
para los negocios y un cuerpo que ya le gustaría pecar pero que ya no está para
mucho traqueteo.
Rondando a
esta anciana anda Ralph de Bricassart, un cura irlandés, joven, guapo a rabiar,
elegante en cualquier outfit que se
ponga, deseado por todas, a las que castiga con el látigo de su indiferencia.
Ambicioso, sabe que si gana la fortuna de esta señora para la iglesia, él podrá
trepar por la escalera eclesiástica.
La llegada
de los Cleary va contra sus planes. Pero nada más desembarcar se queda colgado
de la niña, Meggie.
Okey, vamos
a imaginarnos que no es un pederasta, que su amor por ella es puro, que es sólo
un tipo frío que nunca amó a nadie, volcado en su ambición, pero que cuando encuentra
con alguien tan desvalido, tan descuidado por su propia familia, le surge
espontáneamente en el corazoncito deseos de protegerla. Si no, todo te será
repulsivo porque se supone que el centro de la historia es el amor entre Ralph
y Meggie.
A Mary, la
señora rica, esto no le hace gracia, porque está enamorada del cura. Así que
cuando decide morir, planea una retorcida tentación para Ralph: él tendrá que
decidir si el grueso de su fortuna pasa a los Cleary o se lo queda la Iglesia
Católica. ¿No ama a Meggie con un amor tan puro? Pues no querrá privarla de su
herencia, ¿verdad?
Mary es el
personaje más inteligente de toda esta historia y sabe perfectamente lo que va
a escoger Ralph. Hay un momento en el que ella dice algo que creo que es fácil
de comprender para cualquiera que haya pasado de los cuarenta:
Yo le he amado. ¡Y cuánto, Dios mío! ¿Cree que mis años lo impiden automáticamente? Bueno, padre De Bricassart, permítame que le diga una cosa. Dentro de este estúpido cuerpo, soy todavía joven; todavía siento, todavía deseo, todavía sueño, todavía pataleo y maldigo las restricciones que me atan, como mi cuerpo mismo. La vejez es la peor venganza con la que nos aflige un Dios vengativo. ¿Por qué no hace que también envejezcan nuestras mentes?
Meggie siempre
ha amado al cura. Cuando de jovencita se le despiertan las hormonas, él se
convierte en su objeto de deseo. Ralph siempre ha estado allí para ella, escuchándola,
explicándole las cosas, mimándola cuando el resto del mundo la ignora. Lo de
que sea sacerdote católico le importa a Meggie más bien poco. Pero a Ralph no,
así que como comprenderéis, esto no puede acabar bien.
¿Sexo? El justito. No lo oculta, pero tampoco son las detalladas
descripciones eróticas de hoy en día. Claro que, en nuestra adolescencia, era
de los poquitos que te hablaban de esas realidades de la vida.
Lo mejor de esta novela es la ambientación australiana. Reconstruyen
con bastante detalle la vida de los ganaderos de principios del siglo XX, con pequeñas
pinceladas de múltiples aspectos del lugar y la época: los cortadores de caña, los
australianos en la SGM, los incendios, las sequías y las tormentas… Ves lo que leían,
cómo van llegando innovaciones tecnológicas como el teléfono o la radio... La dura
vida de los niños, que no todos sobrevivían a la infancia (aquí hay un episodio
de difteria que deberían leer los antivacunas), la cruel “educación” de las
monjas, la agotadora existencia de las mujeres (siempre lavando, planchando,
limpiando, cocinando,… hasta la extenuación)...
Cuando algunos personajes se vienen para Europa la cosa decae
mucho. Es, sobre todo, la parte final, de la que francamente yo habría
prescindido.
Pero también destaca la caracterización psicológica de los
personajes. Además de Mary, Ralph y Meggie, se te queda en la memoria la madre
de Meggie, Fiona (“Fee”), una niña bien que acabó casada con un hombre de clase
baja y que parece indiferente a todo, adusta, seria, trabajando como una burra,
sin alegrarse ni entristecerse ante nada.
El estilo engancha desde el primer momento. La gente que escribía
superventas en aquella época no te contaba
una película, como hacen ahora, sino que te narran una historia. Su cultura no era audiovisual, sino que
procedían de las narraciones orales en torno al fuego, o transmitidas por la
radio.
Aún se puede disfrutar de esta novela, siempre que te guste leer
algo diferente a una novela romántica. Si buscas ligereza, pues no, ni lo
intentes.
Yo la he releído ya teniendo en la cabeza a los actores de la
serie. Lo que está muy bien en cuanto a aquellos que acertaron. Richard Chamberlain como sacerdote sexy
estaba de morirse, ¡qué hombre! Entre ésta y Shogun nos dejó la hormona loca allá en los ochenta.
Oí en un documental una anécdota que contaba Barbara Stanwyck que
lo explica bastante bien. Escena de lluvia. El cura sexy llega empapado a la mansión
de la señora rica. Empieza a desnudarse en la galería, hasta que se queda en
bolas delante de ella. Bueno, pues cuenta la Stanwyck que cuando rodaron la
escena se quedó simplemente sin habla, mirándolo, e incapaz de recordar el
guión, ante tan gloriosa carne masculina.
La británica Jean Simmons
también estuvo fantástica como madre de Meggie, toda elegancia e indiferencia.
Pero, en lo que fue (en mi opinión) el miscasting del siglo, pusieron a la sosainas de Rachel Ward como Meggie y al nada memorable
Bryan Brown, como Luke, el marido de
Meggie. No es sólo que su físico no coincida para nada con las descripciones de
la novela. Es que, además, tenían muy poquito carisma entre tanta superestrella.
No transmitieron ni pizca de pasión, sentimiento o drama, como si no se
creyeran la historia.
Una pena, en fin. Mejor darle una oportunidad al libro que intentar encontrar la serie.
Valoración personal: notable,
4
Se la recomendaría a: los que
disfruten de un superventas con amor, tragedia y personajes inolvidables.
Otras críticas de la novela:
Como es
un clásico tiene página en la wikipedia. Hay comentarios
sobre esta novela en quelibroleo.com. También hay crítica en
El rincón de la novela romántica y luego, la reseña en El Bibliófilo enmascarado.
Aquí, un
artículo en VayaTele.com (Nostalgia TV) sobre la serie de televisión, por si alguien quiere recordar cómo eran los actores.
En inglés, es muy interesante la relectura que hizo Germaine Greer para The Guardian y lo
consideró como “el mejor mal libro” que ha leído nunca.
En NPR
hablan de él en un artículo titulado “For A Sheltered Teen, 'Thorn Birds' Was AMuch-Needed Eye-Opener” y señala lo ilustrativa que fue esta novela para más de una adolescente.
Finalmente,
Wendy the Superlibrarian publicó una crítica del libro titulada “The Fetishization of Meggie” le da una C. Dice que, más que gustarle, es un libro que admira.
La leí hace relativamente poco, movida por la curiosidad y por lo que me gusta la escritora (de la que estoy leyendo una estupenda saga de Roma). Yo era bastante pequeña cuando se emitió la serie y, sorprendentemente en mí, no he tenido ganas de verla ya de mayor, así que salvo la imagen de los protas, no tengo ningún referente (me he quedado muy sorprendida al saber que Barbara Stanwyck hizo de Mary!). Sobre la novela opino lo mismo que tú, en general guardo muy buen recuerdo de ella, me resultó muy sorprendente, nada morbosa y espléndidamente escrita.
ResponderEliminarBesotes!
Masters of Rome son mis libros favoritos de McCullough, y una de las mejores series (en mi opinión) de novela histórica que he leído. Los primeros libros sobre todo, los que tratan de Sila y Mario. Inolvidables.
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