Último día de mes. Se acaba agosto y con ello, prácticamente, el verano y sólo me queda otra semana de vacaciones. ¡Ay! A ver si en el puente de septiembre consigo hacer algún viaje. De momento, lo que toca es cambio de foto en la pestaña M&MB: cambio a la Española de Golovín por una Santa Casilda de Zurbarán.
El extremeño Zurbarán es uno de los
pintores más destacados de la Edad de Oro de la Pintura española (entre los siglos
XVI y XVII). Trabajó en la Sevilla del primer tercio del siglo XVII y es, junto
con Alonso Cano, uno de los grandes maestros de esta escuela.
Entre su producción, son famosas sus
imágenes de santas católicas. De hecho, hasta hay una página de la wikipedia
dedicada a ellas, “Santas de Zurbarán”.
Son cuadros muy parecidos en los que se pinta
a una mujer de cuerpo entero, espléndidamente vestida (como princesas, o nobles, o campesinas acomodadas) con moda de la época. Es un placer fijarse en los detalles de la vestimenta, las joyas y
demás aderezos de estas señoras. El fondo, como propio del tenebrismo, está
ensombrecido o es neutro. No hay nada más que esas mujeres, vestidas de pasarela y mirando fijamente al
espectador.
Como le ocurrió a Caravaggio, eso de andar poniendo a las santas y vírgenes como mujeres contemporáneas del
pintor no fue de todo
del gusto de la Iglesia, y alguna queja clerical hubo. Pero no cabe duda de que lograron un enorme éxito, hasta el punto de que el taller de Zurbarán exportó muchísimo a América.
Como
siempre que de santos se trata, hay que fijarse en qué atributos, qué objetos,
se le ponen, para saber quién es la persona representada. Una especie de acertijo. Aquí tenemos a una
mujer vestida lujosamente como una dama de sangre real, con diadema de princesa
(no corona de reina) y con rosas en el regazo (cuesta un poco verlas). Esto
permite identificar a la protagonista como Casilda de Toledo.
Según su leyenda, era una
princesa, hija de un rey moro de Toledo, secretamente convertida al
cristianismo. Llevaba pan a los presos cristianos. Un día fue sorprendida
y, cuando le requirieron para que mostrara lo que llevaba, el pan se había
convertido en rosas.
La historia de este cuadro demuestra lo
mucho que las guerras han significado siempre saqueo y cambio de manos. La
pobreza y la desidia de los gobernantes también hacen mucho al respecto, al
menos en países como España. Que nadie se piense que los nazis fueron los únicos saqueadores de la historia.
Se cree que Santa Casilda estaba en algún convento
sevillano cuando el mariscal Soult se lo
llevó, por la cara, a Francia. Subastada la obra en París en el año 1852, fue adquirida por un
tal conde Duchatel. A principios del siglo XX andaba por Montreal (Canadá). Y entró a formar parte de la colección Thyssen-Bornemisza en 1979. Así volvió a España. Actualmente se expone en el Museo Thyssen-Bornemisza
de Madrid.
Zurbarán murió en Madrid el 27 de agosto
de 1664.
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