domingo, 15 de diciembre de 2024

Memorias (5): Excurso hacia los romances Regencia tradicional

 

File:Georgette Heyer (1902-1974) portrait.webp    Aquí tenéis fotografía de Georgette Heyer, la «culpable» de la existencia de este subgénero.

 

El otro día hablé del romance genérico y llegué a mencionar a Corín Tellado. Si hacemos arqueología romántica, ¿cómo es que no hablé de Barbara Cartland?    

Las que teñimos canas la recordamos, aquella señora toda de rosa, parienta política de Lady Di.

Es cierto que, en los ochenta por probar, leí alguna novela de Cartland, pero no me enganchó y prescindí por completo de este subgénero que se llama en inglés Traditional Regency o, popularmente, trads. Yo lo traduzco como «regencias tradicionales».

Todo el romance, nada de smut.


 

Adelanto: un Traditional Regency no es un romance ambientado en la Regencia, sino un tipo específico de subgénero romántico.

En realidad, empecé a leer algo de este tipo de novelas ya entrado el siglo XXI, a raíz de mi Desafío AAR 2013, con el que empecé este blog. En la lista Top 100 de AAR aparecía la reina del subgénero, Georgette Heyer. La descubrí entonces. Leyendo más sobre novela romántica aprendí un poco más sobre el tema.

Ya los mencioné de pasada en uno de mis artículos sobre «esos harlequines viejunos».

No he leído mucho, porque su característica principal no es tanto la ambientación regencil (ya lo he dicho y lo repito) sino la ausencia de sexo, y a mí me gusta que haya un poco de picante.

Lo que ofrecen estas novelas al lector es otra cosa. Lo que yo destacaría es la ambientación cuidada, el romance, lo amoroso, aliñado con humor ligero y un lenguaje un poco más cuidado que tu novela romántica estándar.

 

Qué son, exactamente, los Regencia tradicionales

 

Un trad es, sobre todo, un cierto estilo de libro. Sigue la senda marcada por Georgette Heyer. Novelas cortitas, ambientadas normalmente en la regencia, de tono ligero, sentido del humor y sin sexo explícito.

Venga, lo digo por tercera vez, que no se diga: no son, simplemente, novelas históricas ambientadas en la época de la Regencia inglesa (1811-1820). De hecho, muchas se remontan hasta mediados del siglo XVIII, en el Antiguo Régimen.

Lo relevante es el estilo. Empezando por el lenguaje, que es más formal y estilizado. 

Se usa mucho vocabulario propio de la época, o, al menos, el que usó Heyer. Esto supone un esfuerzo añadido para el lector no nativo.

Encontrarás expresiones como 'pon rep, ape-drunk, bluestocking, carte-blanche, dicked in the nob, diamond of the first water, faradiddles, a flat (en el sentido de un primo, alguien a quien engañar), kick up a lark, make a cake of oneself, Old Tom (=ginebra), on-dit, side-slips…

Que no cunda el pánico. En cuanto has leído varias, lo coges. Y, si no, lo sacas por el contexto. En último término, hay unas cuantas páginas web que se dedican a recopilar este vocabulario de Heyer, que se supone que es el de la Regencia.

 

Estilo

Si digo que lo relevante es el estilo, ¿a qué me refiero?

Se presta un mayor cuidado a la ambientación, intenta reflejar las maneras de la época. Procuran ser precisas en los detalles históricos, sin meter elementos fantasiosos, paranormales, feministas avant-la-lettre, o lenguaje anacrónico.

Lo admito, para mí es un gusto ese mimo, ese rigor, que se ha perdido por completo en los romances actuales. No siempre lo consiguen, claro, porque muchas veces parece que más que documentarse históricamente, las autoras leían mucho a Heyer y le copiaban las costumbres y las modas tal cual ella las representaba.

Esto tiene una contrapartida, y es que el público es tan especializado que es capaz de señalar un tratamiento incorrecto o que la caza del zorro no se practicaba en verano.

La extensión tiende a ser más bien corta, unas 220 páginas / 50.000 palabras, lo propio de cualquier romance genérico. No obstante, las hay que llegan a las 80.000, en Signet por ejemplo se les llamaba Super Regency.

En cuanto al nivel de sensualidad, son de las que se califican como sweet, o sea, dulce. Hay atracción y tensión sexual, unas más y otras menos. Ahora, sexo explícito no lo encontrarás en la página, y menos entre alguien que no esté casado. La cosa se queda, como mucho, en besos y abrazos.

 

Personajes y tópicos

El comportamiento de los personajes es contenido. Tienes que leer mucho entre líneas para captar sutilmente qué piensan o sienten, en realidad.

Como toda novela genérica, gira en torno a un tópico: normalmente, matrimonio de conveniencia o matrimonio arreglado, algo muy propio en una época en que la gente no se casaba por amor o, al menos, no las mujeres. También encuentras confusión de identidades y falsos compromisos.

El tono de las historias es ligero, no dramático. De nuevo, siguiendo a Austen y a Heyer, aquí hay humor, comedia de costumbres, misterios y farsas. Abundan los diálogos rápidos e ingeniosos entre los protagonistas. 

No es de extrañar que las encuentres en muchas listas de favorite funnies.

Esto no quita que, en algún caso, puedan tratarse temas más duros. Autoras como Mary Balogh, Carla Kelly o Mary Jo Putney no dudaron en adentrarse en aspectos más oscuros como la guerra, el PTSD, el alcoholismo o la depresión. De hecho, una de las mejores representaciones que he visto yo del alcoholismo en romántica procede precisamente de una novela de este tipo The rake and the reformer (Pecado y virtud) de Putney, que fue trad antes de reescribirla como histórica.

Son novelas más de personajes que de trama. Sus protagonistas suelen pertenecer a clases acomodadas, especialmente la «buena sociedad» (le bon ton). Al menos uno de ellos, claro, porque el otro (generalmente, la heroína), puede ser de clase baja o extranjero

Por eso el lector de regencias se conoce al dedillo los rangos aristocráticos: duque, marqués, conde, vizconde y barón. Esto tiene su importancia en el mercado matrimonial. En este punto, el género se aparta claramente de Jane Austen, cuyos protagonistas podían ser de buena familia, caballeros de la gentry, pero no pertenecen a la aristocracia.

Aparecen también tipos por la parte baja de la tabla, esas gentes que viven en el ámbito de la dudosa moralidad. Sorprende la riqueza de vocabulario que yo mencionaba más arriba. Pueden ser, si se dedican a seducir, a rake, a rogue, a scoundrel; si son caballeros muy a la moda, a pink of the ton, pinkest of the Pink, swell of the first stare; y si son hábiles con las riendas, a corinthian o a top-sawyer (si maneja muy bien los caballos).

Para un género tan púdico, llama la atención la abundancia de términos usados para designar a las «mujeres de virtud fácil»: cyprian, cytherian o cythereans, demireps, light-skirts, lady-bird, paphians, wanton, trollops, prime articles, peculiar. A una amante se la puede llamar no solo mistress sino light o' love, mientras que las prostitutas de clase más baja serían Haymarket ware.

De clase baja o media abundan las institutrices y niñeras, por ser las personas trabajadoras que más probablemente se relacionaran con las clases altas.

Las actividades que se describen son, en general, las de una clase ociosa. Unas, al aire libre, como paseos en carruaje, la caza o la equitación. Otras, reuniones sociales para tomar el té, visitar por las mañanas, cenar en casa ajena, acudir a bailes, al teatro o la ópera, o celebrar fiestas en casa de campo. Los hombres se dedican al boxeo, la esgrima, la caza o las carreras de carruajes.

The Last Waltz

Autoras y editoriales

 Georgette Heyer (1902-1974), por supuesto, la primera e imprescindible. Escribió desde los años veinte del siglo pasado hasta la década de los setenta. Publicaba con editoriales británicas, William Heinemann, principalmente.

Cuando su obra se popularizó en los EE. UU., en los sesenta, las editoriales vieron que ahí había un nicho de mercado. De ahí que sacaran sus propios sellos dedicados a la Regencia. Dell tuvo su Dell Regency y algún Candlelight Romance, Warner Books su Warner Regency, y Fawcett, Fawcett Coventry. Más tarde, de 1989 hasta 1994 (o 1993, que no lo tengo claro), Harlequin sacó su línea Harlequin Regency.

Pero las editoriales que verás más citadas fueron Zebra (Zebra Regency Romance) y, sobre todo, Signet y su Signet Regency Romance.

Zebra Regency Romance publicó trads desde alrededor de 1985 hasta octubre de 2005 a un ritmo, normalmente, de cuatro libros al mes.

Signet Regency Romance empezó a finales de los años setenta y cerró la línea en febrero de 2006. Normalmente sacaba tres o más libros al mes. Solía sacar antologías muy de agradecer para probar a diferentes autoras, sobre todo en época navideña. Son los que más trads publicaron.

¿Quiénes publicaron regencias en estas editoriales?

Pues en los años setenta aparecieron autoras como Clare Darcy, Sandra Heath, Elizabeth Mansfield o Catherine Coulter.

En los ochenta, empezaron sus carreras escribiendo este tipo de libros Amanda Scott, Marion Chesney, Carola Dunn, Kasey Michaels, Mary Balogh, Loretta Chase, Mary Jo Putney, Anita Mills, Gayle Buck, Jo Beverley y Carla Kelly.

También empezó así a publicar, ya en los noventa, Stephanie Laurens.

The Devil's Delilah The Rake and the Reformer    An Arranged Marriage    Libby's London Merchant

Con el tiempo, muchas de estas autoras dejaron de escribir o se pasaron a la novela romántica histórica, metiendo sexo, quitando el lenguaje regencil pero manteniendo ese gusto por la ambientación cuidada. 

Una cosa muy curiosa la hizo Mary Jo Putney, que cogió novelas suyas de la regencia y las reescribió años después como históricas. Ejemplo de ello, The rake and the reformer (1989) Davenports #2, 352 págs. Este es un Signet Regency Romance. Lo reescribió como The Rake en 1998, que en España se tradujo como Pecado y virtud.

Y como esto me queda largo, paro aquí y otro día os cuento qué se fizo de este tipo de novelas.

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