Tópico
harlequinero: segundas oportunidades
Warner Books, enero 2000
Diseño de portada: Jackie Merri Meyer
Fotografía: Herman Estevez
Caligrafía: Carl Dellacroce
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DATOS GENERALES
Título original: Bittersweet Rain
Subgénero: contemporánea/Genérica
Fecha
de publicación original en inglés: diciembre de 1984
Serie: Silhouette Intimate Moments (SIM) – 76, Silhouette Sensation
(SEN) – 142
Pseudónimo: Erin St. Claire
NO TRADUCIDA AL ESPAÑOL
SINOPSIS
(de
la contraportada)
Caroline Dawson sobrevivió a los cotilleos de la ciudad que se burlaba de ella.
Sobrevivió al lento declinar de Roscoe Lancaster, el hombre más rico del
condado, su esposo, treinta años mayor que ella. Pero mucho se teme que no
sobrevivirá a Rink Lancaster, el
hijo de Roscoe. Años antes de casarse con Roscoe, siendo Rink y Caroline
adolescentes, fue Rink quien le descubrió el amor –y luego le rompió el
corazón. Ahora Rink ha regresado, convertido en todo un hombre. Dice que quiere
arreglar las cosas de su padre. Pero impulsado por una tormenta de emociones
tan innegable como antes y más peligrosa que nunca, lo que realmente es ajustar
cuentas con Caroline.
¿Entra dentro de “Lo mejor de la novela romántica”?
No, la compré en su día
sólo porque era de Sandra Brown. Pero a mí me parece que es de las que
rescataría de aquella época.
CRÍTICA
Con Bittersweet
Rain acabo el año 1984 de Sandra Brown. Y es un buen remate, porque nos
encontramos con una novela un poco más larga y compleja de lo que es habitual
en estos romances genéricos tipo harlequin.
Los que no somos de Estados Unidos, ni hemos visitado ese
país, tenemos una imagen del Sur muy de película. Desde las versiones
cinematográficas de las obras de Tennessee Williams (en particular Un tranvía llamado Deseo y La gata sobre el tejado de zinc) al Arde Mississippi o El corazón del ángel, ambas de Alan Parker. Así que te quedas un
poco con la idea de un lugar exagerado, con pasiones tremendas bullendo bajo la
superficie de una educación que intenta ser exquisita, junto a un racismo
insultante e insoportables desigualdades sociales.
Pues algo así es esta novela: arrebatada e intensa como
un culebrón, en un ambiente sofocante.
Caroline Dawson era una muchacha blanca y pobre (White trash que le dicen allí). A los
quince años, se encontró en el bosque con su príncipe encantado, Rink
Lancaster, recién salido del instituto. Rink vivía en un palacio, The Retreat.
Nació entre ellos un cálido amor adolescente, con besos y otras ternezas
relativamente inocentes. En su mundo secreto, se gustaban tanto, que Rink llegó
a decir a su padre que había conocido a la muchacha con la que quería casarse,
aunque sin decir quién era ella.
Sin embargo, Rink tuvo que casarse, de penalti, con una
chica de buena familia, y se largó del pueblo. Caroline quedó con el corazón
roto.
Se esforzó para estudiar y poder ganarse la vida honradamente.
No quería ser siempre la hija del borracho del pueblo. Acabó casándose con
Roscoe Lancaster, el padre de Rink, un hombre que podría ser su abuelo y que la
llevó a vivir a su palacio soñado, The Retreat. Le ofreció una seguridad
económica que nadie que no haya vivido en la pobreza tiene derecho a criticar.
O, al menos, así lo ve ella.
Todo esto te lo van contando en flashbacks, porque la historia en sí comienza cuando a Roscoe le
diagnostican un cáncer en fase terminal. Pide que avisen al hijo pródigo, así
que Rink aparece de nuevo, doce años después. Se comporta fríamente con su
padre, y desprecia a Caroline. Pero, al mismo tiempo, no pueden evitar sentirse
atraídos el uno por el otro, algo que combaten con todas sus fuerzas.
Mucho drama sureño después, logran su final feliz, pero
para entonces han tenido que superar sus propias debilidades.
Para ser un Silhouette, me pareció una novela bastante
ambiciosa.
Recrea el ambiente húmedo y cálido a orillas de un río,
una ciudad pequeña con todo el mundo controlando lo que hace el resto, y la
finca del hombre más rico del lugar, con una casa grandiosa objeto del afecto o
deseo de los protagonistas.
Me recordó un poco a otras novelas de Sandra Brown como
la primera, Love’s Encore y, sobre
todo, Odio en el Paraíso. Como en
ellas, hay un anciano moribundo, aunque el carácter de Roscoe está lejos de ser
el benevolente anciano de la primera y se aproxime más al segundo. Un casoplón
que es como un personaje más. Como en la segunda novela mencionada, hay un
negocio familiar que mantener, en este caso, una desmotadora de algodón, un
anciano en el hospital enemistado con el héroe de la novela, así como unos
protagonistas que proceden de clases sociales muy diferentes. Y tiene algo
también de Cuando el río suena,
también.
Encontramos en esta novela el añadido de una historia de
amor bastante dulce entre personas de alguna forma más vulnerables. Laura Jane,
la hermana de Rink e hija de Roscoe, una muchacha a la que le falta un hervor
se enamora intensamente de Steve, un trabajador de la finca que, a su vez, es
veterano de la guerra de Vietnam, ha perdido media pierna y está a la defensiva
con el mundo entero. La confianza que pone en él Caroline le da la oportunidad
de encontrar algo de paz y el amor de Laura Jane.
Hay otras historias secundarias de sentimientos profundos
y rencores, que enriquecen la novela hasta crear una especie de tela de araña
algo opresiva que impide a Caroline y Rink disfrutar de su final feliz
demasiado pronto.
Sí, reúne un montón de tópicos de romántica, pero de los
que siguen funcionando: amores adolescentes que se reencuentran años después (uno
de mis favoritos), un triángulo clásico (el joven y viril heredero que se
siente tentado por la jovencísima madrastra), el cliché niño rico-chica pobre...
La historia plantea algunas dificultades, al fin y al cabo, la niña pobre se
casa con el viejo rico por dinero, posición, estabilidad; y el chico rico se
casa con una de su clase social, embarazada, y se marcha sin volver la vista
atrás. Ni Rink ni Caroline han sido perfectos e irreprochables, y en ello
radica parte de su atractivo, porque tienen que aprender a superarse a sí mismos
antes de conseguir su final feliz.
Caroline es siempre fría y elegante, intentando
contenerse para no dejar de ser una señora pese a todas las provocaciones de su
anciano marido y su fogoso hijastro. Y Rink tiene la mecha muy corta.
En conjunto, es un romance genérico Silhouette más
ambicioso que la media. Más largo también, que en mi opinión ha superado muy
bien el paso del tiempo.
Lo dicho: profundo, espeso como la melaza, un ambiente
sureño a lo Tennessee Willliams de personajes torturados por sus pasiones.
… O un culebrón ochentero con giros, maquinaciones
malvadas, besos apasionados y hasta una torta bien dada a un hombre insultante.
Si entras en el juego, la disfrutas. Si no, te parecerá
viejuna e insultante.
Es de las que pasan el corte (holgadamente) y que
Harlequín haría bien en traducir, si es que alguna vez repasa la bibliografía
de Sandra Brown en busca de cositas que merezca la pena rescatar.
Valoración personal: buena,
3
Se la recomendaría a: los amantes de novelones apasionados de ambiente sureño.
Otras críticas de la novela:
Ya he dicho que es difícil encontrar críticas de libros tan antiguos.
Debby’s Book Bag le dio 3 sobre 5 apples.
Breve
reseña en AllReaders.com.
Siempre
tenemos la crítica en indonesio de Widy Bookie, le
pone tres estrellas.
Si
alguien conoce alguna otra crítica de la novela, en inglés o español, siéntase
libre de enlazar abajo.
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