domingo, 17 de septiembre de 2017

Crítica: “Tidings of Great Joy”, de Sandra Brown

Tópico harlequinero: matrimonio de penalti.
 
Bantam, 1999

DATOS GENERALES

Título original: Tidings of Great Joy
Subgénero: contemporánea/Genérica
Fecha de publicación original en inglés: enero de 1988
Serie: Loveswept (LS) - 229

NO TRADUCIDA

SINOPSIS

Ria Lavender es la última mujer del mundo que quedaría arrebatada por un tipo con mucha labia y una sonrisa seductora. Arquitecta de talento, comienza a saborear las mieles del éxito cuando conoce a un hombre que lo cambiará todo.
El alcalde electo Taylor MacKensie es guapo, encantador y carismático. Aun así, Ria nunca se imaginó que podría dejar una fiesta navideña con él o que, atrapada en la magia de la nieve y una botella de champán, se entregaría al deseo.
Ocho semanas más tarde, Ria sabe que está embarazada del hijo de Taylor. Para dar a su hijo un apellido, Ria convence a Taylor de que se case con ella, al menos temporalmente. Pero así como Ria pronto siente una sorprendente ternura, y pasión, por Taylor, teme que la primera preocupación de él sea su carrera. Ria jura que mantendrá la distancia respecto a un hombre que tiene la llave de su corazón… hasta que la vida les enseña a ambos una lección en milagros, y en el amor.

¿Entra dentro de “Lo mejor de la novela romántica”?
No. Es de las que compré sólo por ser de Sandra Brown.

CRÍTICA

1988 fue decisivo en la producción de Sandra Brown, pero empezó con esta novelita que tira a aburrida y conservadora, para mi gusto.
La sinopsis te cuenta básicamente de qué va el libro. Aquí no hay secret baby, porque la primera línea del libro es, precisamente, “Estoy embarazada”.
Ria Lavender se lo suelta a Taylor MacKensie, concejal que ha sido elegido alcalde. Él se sorprende bastante, como podéis imaginar. La conoció en una fiesta de Nochebuena y guarda muy buen recuerdo de ella, sólo que estaba demasiado ocupado con las elecciones y tal como para volver a llamarla. 
Ahora, dos meses después, la bomba.
Reacciona, como cabe esperar, con sorpresa. ¿Estás segura? ¿Y es mío? Porque me dijiste que tenías novio… No, no te estoy llamando pendón desorejado, es que lo único que sé de ti es que nos liamos nada más conocernos. Además, tengo enemigos políticos, ¿cómo sé que esto no es una encerrona para desprestigiarme?
Sí, igual no es la reacción perfecta, pero es humana. Sólo fue un lío de una noche. Se conocen en una fiesta, flirtean, comen, beben champán, se gustan, él la lleva a casa, sube a su apartamento a por un “café” y ella, que debía estar en el puntín ese de “quiero a todo el mundo” más que en la fase “cánticos regionales”, acaba apasionadamente abrazada a él.
Dos meses después, embarazada, acaba largándose del despacho de él bastante cabreada. Taylor, después de digerir un poco la noticia, va a casa de Ria a pedirle perdón.
Ria anda con la hormona picajosa, y él, con más paciencia que el santo Job, le pregunta que qué es lo que necesita.
Que si ha ido a pedirle dinero para un aborto. Ella, horrorizada: no, por favor, cómo puedes decir eso, como se ve que no me conoces. Él: claro, cielo, es que sólo tuvimos una noche.
Entonces, ¿quieres mi ayuda económica ahora que estás embarazada y luego, para mantener al niño? Más aspavientos horrorizados de la mujer, no, por dios, yo puedo mantenerlo sola.
Pues entonces, ¿qué puedo hacer por ti?
Ella le suelta que lo que quiere es que se casen, para que su hijo sea legítimo. Aunque la idea de ella es que se casen pocas semanas antes de que el niño nazca, luego se anule el matrimonio y bye Taylor, si te he visto no me acuerdo.
Taylor razona que de acuerdo, que se casan, pero tendrán que hacerlo ya para no perjudicar su imagen pública. Y nada de quitarlo luego de en medio. Quiere formar parte de la vida de su hijo.
Ria consiente a regañadientes. De la noche a la mañana, él consigue organizar un enlace discreto, pero digno, y ella se queja de todo, de las flores, del anillo, de que haya reservado mesa en un restaurante. Y él: ¿no te gustan las rosas, preferirías un anillo de plata, no te gusta el sitio?
Viviremos juntos, dice él.
Ni hablar, contesta ella.
Y ¿no crees que la gente va a hablar, entonces?
Vale, Taylor tienes razón, pero… que sea solo de nombre, nada de sexo.
Tú sabrás, hija, pero en Navidad bien que lo pasamos juntos, además de que solo tengo un dormitorio.
Pues duermo en el sofá.
Que estás embarazada, sé un poco racional.
Todo resulta tan ochentero como el outfit con el que Ria fue a la fiesta navideña: lentejuelas hasta en las hombreras y un abrigo de piel de zorro plateado.
Los detalles conservadores que se filtran a lo largo de la historia me hicieron rechinar los dientes. Están solos en la fiesta de Navidad porque sus respectivas parejas se han ido de viaje. Pero, así como se asume sin problemas que el novio de ella haya ido a visitar a su madre en Navidad, el que la chica con la que sale él se haya ido a esquiar con unos amigos, suena de lo más descocado. “¿Se fue sin ti?” pregunta Ria y se le nota horrorizada.
Taylor tiene que llevarla a casa tras la fiesta porque claro, ella es mujer y no puede conducir con nieve, a diferencia de él, que con el cromosoma Y le da de sobra para correr el Mil Lagos. Mejor habría sido que pusieran como excusa que ella estaba más afectada por el alcohol que él.
Luego la cosa se complica y va por el camino del sufrimiento y las lágrimas, la desconfianza y la falta de comunicación. Pero baste decir que todo resulta bastante tradicional. Supongo que va a tono con el hecho de ser un libro con temática navideña.
Se le notan los años, asimismo, en todo ese planteamiento de casarse para que el niño “lleve un apellido, no sea ilegítimo”. Me choca, claro, porque tengo tan (culturalmente) interiorizado que el niño tiene dos apellidos, uno por cada progenitor, con independencia de que estos se casen o no, y que tiene de los mismos derechos (a alimentos, a la herencia),… que suena muy pasado de moda –y sin fundamento- que un embarazo sea la excusa para que se casen dos personas que ni se conocen ni se aman.
Pero no es solo cosa mía y de mi limitada visión hispano-norteña. A día de hoy (bueno, los datos son de 2016, pero la cosa seguro que no ha cambiado mucho) en España el 42,5% de los niños nacen fuera del matrimonio, y la media europea es del 39% (y subiendo, creo yo). Está claro que lo del matrimonio nos la refanfinfla bastante.
Lo único bueno, y creo que a estas alturas ya se me ve el plumero, es el personaje masculino. Taylor MacKensie. Un tipo emprendedor, carismático, que respeta a Ria a pesar de sus salidas de tono y desplantes. Sanote, sensual, inteligente, que sabe tener paciencia, ser su apoyo, intentar arreglar lo que se pueda arreglar,… en fin, un verdadero héroe que se habría merecido a una heroína menos moñas.
Valoración personal: prescindible, 2.
Bantam, Junio 1988

Se la recomendaría a: aficionados a la novela ochentera tradicional.

Otras críticas de la novela:
Hay crítica/sinopsis en AllReadersCom.
En Good Reads le dan una puntuación media de 3.63.
Aunque advierto que más de una crítica te destripa el libro así que está bien leerlas después de terminar la novela.
Como de costumbre, si alguien conoce alguna otra crítica de la novela, en inglés o español, siéntase libre de enlazar abajo.

2 comentarios:

  1. De esta, de lo unico que me acuerdo es que el es bastante razonable y sensato, a pesar de la trama tan exagerada, mientras que ella se pasa de la raya constantemente.

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    1. Ya veo que coincidimos totalmente en ese punto. Él es justo lo que dices: razonable y sensato, y ella, pues eso, lo que yo digo, una pesada picajosa a la que nada le parece bien. Es de esas novelas que te imaginas un futuro lleno de problemas porque ella estará de morros todo el tiempo sin que él sepa ni siquiera por qué.

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