miércoles, 4 de septiembre de 2024

Crítica: “Lucky number eleven”, de Adriana Locke

 

No está mal pero… no es para mi

 


Lucky number eleven

 

Por ADRIANA LOCKE Fecha: septiembre de 2017

 

Después de haber dedicado una entrada al aniversario de Again, de Seidel, retomo mis críticas del reto veraniego, «Summer Romance Reading Challenge».

Esta es de esas novelas que están bien… para otro público. 

A ver si me explico. Hay libros que sabes que no están mal pero que no son para ti. Este es un buen ejemplo. Cuenta en primera persona dual (como no puede ser de otra forma, actualmente) la historia de Layla James Miller y Branch Best.

Él juega al fútbol americano, estrella millonaria que se tira todo lo que se le pone a tiro. En la pretemporada comparte cabaña junto al lago con su mejor amigo (Finn), la hermana de éste (Layla) y la mejor amiga de ella (Poppy), rollete de Finn. Como Layla es la hermana de su mejor amigo, está prohibida, ya conocéis el bro code.

Pero claro, Branch es demasiado atractivo como para que Layla resista la tentación. ¿Qué se le va a hacer? Layla siente debilidad por los chicos atléticos. Total, que Layla y Branch se enrollan, asumiendo que lo suyo es una cosita intrascendente de fin de semana.

Pero como esto es Romancelandia, todos sabemos cómo acaba la cosa. No pueden dejar de pensar el uno en el otro, y no cuento más por no destripar.

Está contado de modo que engancha, pero... No, no es para mí. Me parece una fantasía demasiado juvenil, todos veinteañeros, guapos y con parné. Sin problemas para ganarse la vida, o encontrar vivienda. 

Ella, no os lo perdáis, vive de su blog, hablando de estilo de vida y esas cosas. ¿Hay quien se lo crea?

Yo me decía...

1) cosa más viejuna, un blog; es lo que va de 2017 ahora, actualmente sería tiktokera. Ya lo he dicho más veces, me parece a mí que las «contemporáneas» son las novelas que luego envejecen peor que las históricas o las de suspense.

2) pero qué va a saber una niña de su edad sobre ciertos temas;

3) cómo va a ganar suficiente para vivir ella sola en un piso en Chicago...

Luego hay cosas que me rechinan, que no van conmigo, como el tópico ese de que «la hermana de tu mejor amigo como fruta prohibida». 

Poppy se enrolla con el hermano de su mejor amiga, y no pasa nada, pero Branch no puede hacer lo mismo con la hermana de su mejor amigo, si eso no es doble vara de medir... No soporto los dobles estándares, o «lo ancho para mí lo estrecho para los demás», no ver viga en ojo propio y sí paja en el ajeno, etc. etc. (Podéis poner todas las frases hechas que se os ocurran, cogéis la idea).

Además, la reacción esperada es violencia física por parte del hermano. Pero vamos a ver, ¿por qué andan todos dándose mamporrazos por fruslerías? ¿Han perdido la brújula moral o qué? ¿O es un comportamiento normal para una sociedad tan violenta como la estadounidense? Allí sería lo aceptable y aquí (España, me refiero) nos suena algo bruto.

Por otro lado, no tengo mucho respeto por alguien que tiene una contractura en el cuello que va a más y, en vez de ir al fisio como haría cualquier persona sensata, va a que le claven agujitas...

En un género tan emocional como es la novela romántica, los personajes protagonistas tienen que gustarte. Aunque no compartas todo lo que hacen, puedes admitirlo. Cada lector tiene sus propias líneas rojas que creen que los personajes no pueden traspasar. En mi caso, no soporto a los delincuentes ni tampoco a los personajes con creencias irracionales, en pseudociencias, ovnis, cosas así. Les pierdo mucho el respeto cuando salen con estas cosas. Así me ocurrió con Layla.

Otrosí digo. En determinado momento aparece un embarazo inesperado, y la afectada en ningún momento se plantea la posibilidad de abortar. No me parece coherente en un personaje que no es religioso ni conservador. No digo que lo haga (estamos en Romancelandia, después de todo) pero sería más verosímil que al menos la dedicara medio segundo a esa posibilidad, aunque luego opte por seguir adelante y amar a su bebé con toda el alma. Hasta en alguna novelita de Sandra Brown de los ochenta, la heroína se lo planteaba y casi-casi llegaba a hacerlo aunque al final, no. Aquí, ni eso, ya digo que no me parece realista.

Esta novela me parece escrita de manera atractiva y que engancha pero... No es para mí, todo me parece tan de jovencitos improbables...

¿Será cosa de la edad, que la romántica ya no me ilusiona y todos suenan demasiado pueriles y poco creíbles? Puede ser, aunque cuando leo buen suspense romántico, o histórica de autoras como Putney con personajes adultos, o male/male romance en condiciones, o contemporáneas en tercera persona de personajes que suenan reales como la vida misma,... Entonces me digo que no, que no soy yo. 

 Es solo que hay escritoras que están muy verdes, aunque publiquen tropecientos libros en pocos años. He leído harlequines con más profundidad. Y si imprimen cosas así, no creo que saquen nada perdurable nunca. Son cosas que acabarán en el contenedor azul.

Para mí, que tienen su público, y no soy yo.

A mí me van las cosas que:

a) tengan algo más de chicha, o

b) si son tipo «mono con platillos», que al menos resulten sexis y divertidas.

No es el caso.

Mi experiencia: prescindible, 2 estrellas.

 

eBook / audio / trade paperback, 264 páginas

Createspace (septiembre/2017)

Parte de una serie: Exposé #5

 

Esta es otra en la que tengo que recordar las inmortales palabras del torero: en este mundo «hay gente pa tó». Ahí va una review que le da 4 trees (o sea, 4 sobre 5), el blog Once Upon a Twilight!

 

NO TRADUCIDA AL ESPAÑOL

2 comentarios:

  1. Hola! Reconozco mis inquietudes en las cuestiones que planteas y coincido por completo en ese "no soy yo". Yo también prefiero las novelas con chicha. Son las que, aunque recuerdes poco de ellas porque hace mucho que leíste, nunca se olvidan por mucho tiempo que pase. Y de verdad que son reconocibles.
    La contemporánea me tiene más quemada que el mapa de Bonanza, me cuesta horrores conectar con lo que se viene publicando.
    En mi caso no solo se trata de las tropecientas mil conductas inmaduras escritas en primera persona del NA, en historias cortadas por la misma tijera. En mis límites tampoco aguanto ni tengo paciencia con el blanqueamiento (manipulando de forma trilera las emociones) de lo que yo considero comportamientos nocivos o enfermizos para justificarlos. Es que no hay por donde cogerlo por mucho final feliz que me cuentes.


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    1. Tienes toda la razón, lo de enmascarar ciertos comportamientos es para subirse a la lampara y tirar el Kindle por la ventana. El porqué de todo esto lo desconozco, las cosas cambian demasiado deprisa para poder analizarlas fríamente, que es lo que me gustaría a mí.

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