Ya
sabéis que soy una fan de los harlequines buenos.
La
culpa la tiene una tía mía, que allá por los años ochenta entró en una racha de
leer harlequines. Montones de ellos. Todas las semanas se los compraba y,
gracias a que veraneábamos en el mismo sitio, compartía esas historias con
aquella adolescente lectora que era yo.
Por
eso nunca he sentido ese desprecio que hay hacia estas novelitas, no ya en la
sociedad en general, sino dentro de los propios lectores de romántica.
Denominación
Lo
primero que debo advertir es que harlequines es una denominación general,
porque ha habido otras editoriales a lo largo de la historia especializadas en
estas novelitas cortas. En inglés se les llama category romance, que yo traduzco como «romance genérico», aunque
tampoco es una denominación que me satisfaga del todo.
Son
lo más parecido a la expresión novela
rosa tal cual la define la DRAE. Hablé de esta definición aquí (uno de esos artículos que me divertí mucho escribiendo) así que no me voy a
repetir.
De
hecho, «La Novela Rosa» era el nombre de una colección que publicaba la
editorial Juventud allá por los años veinte y treinta, de novelitas amorosas
extranjeras y autóctonas.
La
forma más rápida de distinguirlos es llamarlos simplemente harlequines, la
marca comercial convertida, ya, en un sustantivo común para designar este tipo
de libros, aunque no provengan en concreto de ese sello editorial, hoy
integrado en la multinacional HarperCollins.
Contenido
La página Universo Romance (Ar), que creo que hoy ha desaparecido, las describía como «historias románticas de publicación periódica».
Se trata de relatos
cortos, entre 150 y 200 páginas, centradas en la historia de amor y poco más. No
obstante, en algunas líneas el conteo de páginas es superior y puede pasar de
300 páginas. Pero que no os despiste, es por el formato pequeño. Al final, el
recuento de palabras es bajo, aunque es verdad que no siempre se sabe. Una
romántica puede estar entre 40.000 y 100.000 palabras, pero un category romance normalmente se queda en
torno a las 50.000 palabras, aunque depende de la línea.
Ahora,
dentro del límite cabe todo: historias muy sexis y explícitas al
lado de otras más bien blancas, contemporáneas, históricas, suspense,
espirituales cristianas, lo mismo una enfermera con PTSD que un muchacho amish,… lo que sea que atraiga la fantasía del lector.
En cada una de las líneas, lo importante es el tipo de novela y de
tópicos que te vas a encontrar, más que el nombre del autor en la portada.
Sacan a la calle varios libros al mes, y tienen un público fijo, lo cual siempre es muy atractivo para el autor. Porque en lo que te fijas es más en el tipo de historia, en una forma determinada de narrar.
Ojo, que no todo el romance genérico viene con el sello de una determinada editorial.
En
un podcast de las Smart Bitches, no recuerdo cuál, comentaban que muchas veces
se venden auto publicados romances que no tienen la apariencia de harlequines
pero que, por el formato y longitud, son auténticos category romances.
¡Es la economía, estúpido!
Sí, son un producto efímero.
Cada línea publica una novela por semana. Esa es tu dosis harlequinera. En quince días desaparece, ya no está. Ahora perdura más por la publicación en digital. Si te interesa una de hace años, porque ha recibido un premio o porque has descubierto una autora que te gusta, puedes encontrarlos.
Pongámonos
serios. Hablemos de economía de mercado.
El
ánimo de lucro no es una teoría económica, es una forma de describir el
comportamiento habitual del ser humano en cualquier sociedad mínimamente
desarrollada. Tu pones tu esfuerzo, fabricas cosas (industria) o las cosas y
revendes (comercio), con la esperanza de ganar un poquito más de lo que tú has
invertido.
Es
el ánimo de obtener una ganancia lo que hizo del Mediterráneo un mar romano y
del Pacífico un mar español, lo que promovió la exploración prehistórica en
busca de minas de estaño, la roturación de campos en la Edad Media o la
Revolución industrial en la Edad Moderna.
Esto
no quita que haya espacio a la cooperación desinteresada y altruista, que se da
también en todos los grupos humanos. Pero nunca, hasta donde yo sé, ha sido el
motor económico principal que permita ir más allá de la mera supervivencia.
El
esforzarse solo si ganas algo a cambio es algo propio del ser humano. Cuando
uno pone un producto en el mercado, es para obtener una ganancia. Los libros no
son diferentes, y merecen nuestra admiración los que asumen el riesgo de montar
un negocio editorial.
Critico
a las editoriales españolas porque no suelen traducir romántica de calidad.
Pero, desde un punto de vista económico, hacen lo correcto: esto es un negocio
y se trata de ganar dinero.
Bueno, bonito y barato no existe
(por regla general)
Entre los modelos de negocio, se puede distinguir los que apuestan más por el volumen (la rotación del producto) y los del margen. Aquí lo explican con detalle para los profanos.
En
el primer caso, se trata de poner mucho producto en el mercado, muy rápido; en
cada uno de los objetos el margen de ganancia es pequeño, pero te enriqueces
por el volumen de mercancía que manejas.
En
el segundo, lo importante es el margen. Es un producto se supone que de más
calidad, más caro de producir, luego tienes un mercado más pequeño, un nicho
muy concreto. Ahí, el margen de ganancia por unidad debe ser más grande para
poder seguir en activo.
Esto
se ha visto en el consumo de música, por ejemplo. Lo que cobra una discográfica
por lo que escuchas en Spotify es mínimo, si lo comparas con la ganancia que
tenían en la época de los vinilos, las casetes o los cedés. Lo que ocurre es
que se ha producido una concentración de discográficas. Ahora hay poquitas que
ocupan la mayoría del mercado y con mucho producto.
Ahora
consumimos mucha más música, y mucho más variada que hace veinte o treinta
años. A un coste menor. Los consumidores salimos ganando. Las discográficas
siguen ganando, pero con un modelo diferente, y menos competencia entre ellas.
La
ropa low cost sigue el mismo patrón.
Novedades todas las semanas, con calidad inferior a la alta costura o incluso
el prêt-à-porter de marca. Compras
cosas que asumes que te vas a poner solo un par de veces porque para la
primavera ya no se llevará.
En
cambio, hay prendas básicas en las que merece la pena gastarse más dinero
porque vas a tirar de ellas durante años. Quienes las confeccionan saben que
van a vender menos, por lo que el margen de ganancia en cada artículo ha de ser
mayor. De ahí que el precio sea superior.
Pues
lo mismo ocurre con este producto cultural que llamamos «libro».
Tal
como yo lo veo, tenemos la ficción literaria y luego la comercial. Los libros
buenos, que el autor ha tardado años en escribir, que se suelen adquirir en
papel, formato costoso como la tapa dura… van a costar más.
Tú
pagas ese precio más alto porque sabes que se quedarán contigo, los releerás
una y otra vez.
(Eso
en teoría, claro, hablo de modelo de negocio. Luego te encuentras con un montón
de pestiños literarios que te dices tú que en buena hora te gastaste ese
dineral, que por el precio del ladrillo tapa dura te hacías tú con una docena
de novelas románticas en electrónico).
Luego
está la ficción comercial, la de usar y tirar. Novela negra, misterios, thrillers, policíacas… las de género
rosa, románticas o genéricas… la histórica que lo mismo son tochos enormes que
series como las de Saylor, Scarrow o Cornwell.
Desde
este punto de vista económico, la ficción comercial, en general, es un modelo
de negocio que apuesta por la rotación y el volumen frente a, por ejemplo, la
ficción literaria, centrada más bien en el margen.
Lo efímero no siempre es malo
Cuando
se trata de novelitas genéricas, tipo harlequin, la rotación y el volumen son
máximos. Dentro de la ficción comercial, y en particular la novela romántica,
serían el ejemplo extremo. Compras, lees y olvidas… y vuelves la semana
siguiente a por más. Ese es su modelo de negocio.
Hay
un público que consume precisamente de esa manera. Lo mismo que quien va al
Zara los martes y los jueves, a encontrar todo lo nuevo.
Yo
fui ese tipo de lectora... durante algunos veranos: me leía todos los
harlequines que mi tía compraba. Pronto me cansé porque, en su mayor parte, no merecían la pena. Para
mi gusto, eran demasiado formulaicas y nada tenían de especial. Me dejaban
insatisfecha, frustrada por dedicar mi tiempo a cosas que no valían ni el papel
en el que estaban escritas.
Pero
también descubrí que, de vez en cuando, alguna estaba particularmente lograda.
Me hacía tilín… y se quedó conmigo.
Porque
sí, hay novelas genéricas que son tan buenas que encuentran nuevos lectores en
cada generación, incluidos aquellos que normalmente no leen este tipo de
novelita.
Primero,
están los romances genéricos de grandes damas de la literatura romántica: Nora
Roberts, Sandra Brown, Jennifer Crusie, Linda Howard o Jayne Ann Krentz. Son
buenas, de lo mejor del género romántico, y ya lo eran en sus años de
formación. ¡Hasta Nalini Singh tiene harlequines en su bibliografía!
Luego
hay libros que están particularmente bien escritos, o que tienen tópicos o
planteamientos que son justo lo que a ti te van, aunque sean autoras de segunda
o tercera fila.
Esos
son los que quiero localizar.
Mi
principal problema es que no encuentro ninguna página web o bloguera de romántica
que se dedique con asiduidad a este tipo de producto. Eso me permitiría
descubrir ese harlequín de cada cien que merece la pena. Si conocéis alguna, me
lo decís.
Ya lo comenté en mi crítica a Comprometida con un bárbaro: hay ignorancia mutua. La blogosfera romántica va por un lado y HarperCollins por otro, como que no ve esta línea de publicidad. Posiblemente porque no la necesita ya que su público es otro: el lector que todas las semanas se compra el harlequín que toque.
Quienes leemos cosas un poco más largas
y complejas, no somos su público, su nicho de mercado.
Ahora, sí que interesamos a quienes escriben romance genérico al margen de HarperCollins. Se cuidan de darle
otra apariencia. Sigue siendo una historia romántica de 200 páginas, centrada solo
en la historia de amor, formulaica y sin pretensiones. Pero le ponen una portada divertida o juvenil o
sexi, lo llaman NA o contemporánea sin más y el público lo consume sin caer en
que es un category romance de toda la
vida.
Esos
«harlequines disimulados» no necesitan que los descubras. Los otros, sí.
Yo
voy dando palos de ciego, mirado aquí y allí, descubriendo con cuentagotas este
tipo de historias.
Vuelvo
a las batallas del abuelo Cebolleta. Allá por los años ochenta debí leer
cientos de novelas genéricas. Como es natural, leídas y olvidadas a los dos
minutos. Pronto dejé el consumo semanal de esta cosa.
Y,
sin embargo… Un puñadito de ellas me gustaron tanto que me las quedé, en papel.
Es de esas que no llevas a reciclar al contenedor de papel-cartón, ni las dejas
o las vendes o intercambias. Se quedan contigo.
Ahora,
tres décadas después, siguen estando en mis baldas.
Por
eso estos días voy a comentar las tres que más me gustan y que he leído muchas,
muchísimas veces. Leídas y releídas y me siguen gustando. Dos las comenté en su
día para El rincón de la novela romántica, creo que en el año 2013. Pero eso ya para mañana, que esto me queda largo.
Fueron mis primeros inicios, los encontré demasiado joven en casa de una visita a la que acudí con mis padres. Estaba sola y aburrida y encontré en una mesa un Bianca.... se me abrió un mundo y a una edad que no debiera jajajaj
ResponderEliminarY resultó que la madre de una amiga mía también los leía así que empecé a pedirlos prestados y devorarlos.
Después ya me hice con alguna novela de mayor calidad y no sé ni cuántas he llegado a leer. Ahora ya no lo hago, como bien dices nadie vende da duros por cuatro pesetas... pero siempre les tendré mucho cariño a esos griegos magnates jajaja
Un besote
Me llama la atención lo de que eras "demasiado joven"... Parece que todas pasamos por algún momento harlequinero antes de progresar a cosas más elaboradas.
EliminarAy, cuanta nostalgia me trae este artículo... Hablar de harlequines es asociar una parte de mi vida a unos recuerdos inolvidables. También yo empecé a leerlos allá por los ochenta y gracias a mi tía. Ella los compraba en un quiosco y me los dejaba leer, después yo los intercambiaba en una tienda de segunda mano y no veas lo que disfrutaba escogiendo esas novelitas Jajaja, si es que era casi una chiquilla. Que yo recuerde, las historias que por aquella época caían en mis manos eran más bien sentimentales, al poco tiempo pasé a leer a McNaught, Henley, Lindsay... No eran novelitas que me dejaran huella los harlequines pero unas pocas me gustaron mucho. A día de hoy no los conservo porque los presté y no volvieron...... tontorrona que es una. :(
ResponderEliminarYo prefiero las historias en formato grande, pero siempre he pensado que alguna historia en este formato debe de haber que se ajuste a mis gustos, y me estoy perdiendo. :(
Un artículo muy aclaratorio de cómo funciona el business.
Gracias. :)
Deberíamos ponerles un monumento a todas esas mujeres que de una u otra manera nos introdujeron en el género romántico.
EliminarMis sentimientos son idénticos a los tuyos, me gustaría leer el harlequín entre 100 que vale la pena, pero no estoy dispuesta a tragarme los 99 restantes.
Me habría encantado encontrarme esa clase de libros cuando era joven! He leído algunas y no tengo ningún prejuicio en contra, lo que pasa es que hay tantas que no sabe una qué escoger, sobre todo por lo que comentas de la calidad. Leeré con mucho interés las reseñas de las que comentas que te gustaron tanto!
ResponderEliminarMe ha encantado la entrada, muchas gracias! Besotes!
Ya explico que eso es lo que me pasa a mi, quiero hallar la fórmula para dar con las buenas, porque la inmensa mayoría son muy poca cosa para las que leemos cosas un poco más largas. Hasta el momento, no lo he conseguido.
EliminarDe todas formas, advierto que los harlequines de los que voy a hablar en esta serie de artículos no son los mejores de la historia, son solo los que se quedaron conmigo por razones más bien personales.
Qué memorias! De adolescente me iba al quiosco a comprar "mis novelitas" (como las llamaba papá) en cuanto recibía mi mesada. Me pasaba horas seleccionando cuáles comprar. Si había un bebé secreto iba directo a la pila de "comprar" (no sé por qué sería... ya en esa época tenía muy claro que no quería tener hijos!). Las disfrutaba un montón.
ResponderEliminarMuchos años más tarde me compré en inglés algunas de mis favoritas, y la verdad que mis gustos han cambiado! Lo otro que me llamó la atención fue que las en español estaban más cortas que las originales. No me dio para leer las dos versiones una tras otra, pero me pregunto si además de traducir no habrán editado un poco.
Lo último: te dejo las fotos de un puzzle que hice hace unos días. Clásico! :)
https://i.imgur.com/88JHWyj.jpeg
https://i.imgur.com/Ep8XMFr.jpeg
¡Ah, me encanta el puzle...! ¿Puedo usarlo, puedo usarlo...?
EliminarMira qué sorpresa, no conocía yo a nadie que le fuera lo del secret baby, algún día me tendrás que explicar el atractivo de ese tópico.
No me había fijado en lo de la diferente longitud. Ahora que lo dices, sí que tuve alguna vez la impresión de que, en español, recortaban cosas, de la misma manera que, a veces, cambiaban el nombre de los protagonistas. Eso lo he visto en harlequines de Sandra Brown que son de los pocos que, a veces, tengo la versión en los dos idiomas.
Por supuesto, para lo que quieras. Avisame si necesitás las imágenes con mejor definición :)
EliminarUf, lo de lo secret babies, ni idea de que sería lo que me gustaba entonces! Actualmente no son lo mío... si hay bebés en general en una novela, secretos o no, dudo mucho en leerla!
Yo como creo que una gran mayoría inicie con este tipo de novelas, aún las disfruto y como dices hay algunas que se quedan contigo, creo que la calidad puede estar en cualquier lado también hay “grandes libros” que resultan una gran decepción...ademas me recuerdan mucho a mi mamá que fue por ella que inicié a leerlas
ResponderEliminarGracias por recordarnos esta etapa me encanto tu entrada saludos desde México
Me alegro mucho de que tantas compartamos la misma experiencia. Esas madres, tías, abuelas... que nos metieron el gusanillo de leer estos libros de romántica, merecen un monumento. Qué razón tienes, algunos grandes libros que miran por encima del hombro a los humildes harlequines luego son auténticos chascos.
Eliminar¡Muchas gracias por visitarme! No sabes la ilusión que me hace que vengáis desde el otro lado del charco.
No gracias a ti me encanta lo que escribes y he descubierto verdaderas joyas leyendo tus reseñas
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