sábado, 9 de octubre de 2021

Crítica: “Withholding evidence”, de Rachel Grant

 

Suspense romántico y sexi



DATOS GENERALES

 

Título original: Withholding Evidence

Fecha de publicación original en inglés: 2014

Subgénero: suspense militar

Parte de una serie: Evidence #3

Páginas: 162


SINOPSIS (según la Fiction Data Base)

Hay secretos por los que merece la pena morir…

La historiadora militar Trina Sorensen tiene ante sí una misión prácticamente imposible: conseguir que Keith Hatcher, un antiguo navy seal, recalcitrante pero tentador, revele lo que ocurrió en una operación secreta en Somalia hace cinco años. La historia reciente no es su fuerte, pero la Armada quiere la perspectiva de un historiador y le ha dado la autorización de seguridad para hacer el trabajo. Keith no solo rechaza hablarle a Trina de la operación, sino que está protegiendo un secreto nacional que podría destruir las vidas de aquellos a quienes él más quiere. Pero no querer hablar de una misión encubierta no significa que él no esté interesado en pasar más tiempo con la atractiva historiadora, y la primera vez que se besan, es explosivo. Cuando el pasado llama a la puerta de Keith, hará lo que haga falta para mantener a salvo a Trina… Cualquier cosa, claro está, salvo contarle el secreto que podría hacer que podría llevarlos a ambos a la muerte.

 

NO TRADUCIDO AL ESPAÑOL


¿Entra dentro de “Lo mejor de la novela romántica”?

No está en mi base de datos. Es difícil que el suspense romántico atraiga críticas sobresalientes. Pero a mí sí que me ha gustado.


CRÍTICA

Grant sigue esquema parecido a otros libros: muchacha cerebrito – chico musculoso. Funciona como un reloj.

La protagonista, Trina Sorensen, es una historiadora militar que trabaja para la Armada. Le encargan investigar cierta operación encubierta en Somalia que ocurrió cinco años atrás. Intenta hablar con los navy seals que intervinieron, pero todos se cierran en banda.

Solo le queda intentarlo con Keith Hatcher, que ha dejado la Armada. Cuando no le responde a sus correos, se planta en su casa.

Le abre la puerta y, OMG, hay que verlo (o leerlo) para creerlo: medio desnudo y despeinado, luciendo abdominales. A Trina se le saltan hasta los empastes, pero ella es muy profesional. Le recuerda quién es y para qué está allí, intentando permanecer indiferente.

—Soy la doctora Trina Sorensen… estoy investigando… Debe contestar mis preguntas.

—Cariño, es domingo por la mañana. La única cosa que debo hacer hoy es cascármela.

Ella se cruzó de brazos.

—Vale. Puedo esperar. ¿Cuánto será, uno, quizá dos minutos?

Él se echó a reír.

A Keith también le gusta lo que ve. Le van las mujeres tipo bibliotecaria sexi. Sin embargo, no está dispuesto a revelar un secreto militar que podría complicarle la vida, a él y a sus camaradas, su auténtica familia.

No es que carezca de parientes, es que se ha distanciado. Su padre es uno de esos activistas antigubernamentales, bastante magufos y conspiranoicos. Para alguien así, Keith es auténtica oveja negra.

Iba para estrella del deporte pero que, tras los atentados del 11-S, el patriotismo le llevó a alistarse en la Armada. Consiguió entrar en su fuerza de operaciones especiales, los SEAL (Equipos Tierra, Mar y Aire).

Keith se avergüenza de cómo ha tratado a Trina, así que quiere disculparse. Se encuentran y desencuentran con rapidez, comparten besos apasionados y momentos de hostilidad por el empeño de ella en seguir con su investigación.

Cuando parece que por fin están los dos a lo mismo, sobre la superficie horizontal más adecuada, las cosas se complican con los malotes que intentan ¿matarlos? ¿Saber algo de aquella operación en Somalia? ¿O es el futuro de Keith dentro de una empresa de seguridad, que es el trabajo que le han ofrecido? ¿Detrás de quién andan los malos, exactamente, de Keith, o de Trina?

Hay algo desconcertante en el hecho de que a una historiadora le encarguen investigar algo así que ha ocurrido tan recientemente. Claro que las noticias de hoy son la historia de mañana.

Sí que hay una reflexión que me parece muy oportuna sobre el papel de la historia, lo que debería ser. Lo cuenta Trina:

La historia siempre la escriben los vencedores, que es lo que causa la mayor parte de los sesgos en los relatos históricos. Creo que las ideas políticas del historiador no tienen lugar en la narrativa histórica. No deberíamos investigar el pasado solo para apoyar las creencias preexistentes. Deberíamos presentar ambos lados y dejar que el lector se forme su propia opinión.

O sea, no rebusquemos en la historia para confirmar nuestros prejuicios, eso es sesgo de confirmación por un tubo. Claro que eso no me encaja bien con lo que Rachel Grant hace en otros libros, como Crash site, que es justo lo opuesto, vamos a contar la historia como les gustaría a los perdedores que hubiera sido, y no como realmente fue, con sus luces y sus sombras.

La parte erótica es estupenda, me encanta como desde el minuto uno cada uno está por los huesos del otro.

La romántica, quizá no tanto. Todo pasa muy deprisa. No sé si es creíble semejante enamoramiento en tan pocos días. Además de que en ese tiempo se han separado varias veces, por sus rollos personales, o por estar protegidos en lugares diferentes, o porque cada uno tiene su propia investigación que hacer.

Keith es un tipo muy ordenado y limpiuco. Me hizo gracia el detalle de que Keith tuviera su biblioteca organizada: los ensayos, conforme al sistema Dewey, y la ficción, por autor y género. Me llamó la atención porque yo tengo mis libros de forma parecida, solo que en vez del Dewey, empleo el de la Biblioteca del Congreso, hasta etiquetados y todo.

El suspense está bien, de esos que te hace pensar. Es un poco retorcido, más complejo que las intrigas de Pamela Clare pero no tan sorprendente como una de Sandra Brown. Incluye escena tensa de damisela en peligro salvada por su chico gracias a sus especiales capacidades. Me deja un poco así que parte de la resolución del misterio se haga como fuera de cámara. Claro que con ese número de páginas, no te da para cosas muy enrevesadas.

Gira, hasta cierto punto, en torno a la existencia de esos filtradores de secretos gubernamentales. Te lo cuenta un poco desde la perspectiva contraria a las empresas de comunicación, que siempre defienden el «derecho a saber» cuando en realidad simplemente quieren que les des más clics, siendo indiferentes al hecho de que eso ponga en peligro acciones del gobierno, la vida de espías y esas cosas que, en realidad afectan a vidas humanas reales. A los que están encantados de leer cotilleos de un Snowden o WikiLeaks realmente ni les va ni les viene, no les afecta a su vida cotidiana y, sin embargo, ponen en peligro la de otros.

Aunque este libro forma parte de una serie, y algunos de los secundarios son protagonistas de otras novelas, se puede leer de forma independiente. No hace falta leer los anteriores para entender lo que aquí pasa.

Le pongo tres estrellas en comparación con otras de Rachel Grant, nada más, porque me gustó pero no le vi nada especial si comparo con otros libros de la misma autora. Hay otros suyos que me han rechiflado.

Si te gusta Suzanne Brockmann, como a mí, estas series te encantarán. Esta de Evidence es un poco como Altos, Oscuros y Peligrosos, mientras que Flashpoint sería su Troubleshooters. Así, hablando en general, la serie Flashpoint me gusta más que lo que voy leyendo de Evidence. La que menos me gusta, desde el punto de vista romántica, es la de Fiona Carver. El suspense está bien, pero la parte romántico-erótica, puf, mejor no hablar.

En cualquier caso, es suspense romántico estupendo y sexi, así que no me voy a quejar. Al final, es de lo más entretenida. Después de esta, toca la siguiente, Incriminating evidence.

 

Valoración personal: buena, 3

 

Se la recomendaría a: quienes gusten de acción con toque romántico.

 

Otras críticas de la novela:

 

No he visto críticas en español. Si alguien encuentra alguna, puede enlazarla abajo. Tampoco creáis que he dado con mucho en inglés. El suspense no siempre lo comentan en las páginas habituales. De otras novelas, sí que hay más críticas, pero hay más críticas

En Smexy Books le dieron una B al audiolibro narrado por Nicol Zanzarella. 

Así que no me queda otra que recurrir a los sospechosos habituales

Goodreads, 4.09 estrellas

Amazon, 4.4 estrellas

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