lunes, 7 de marzo de 2016

Cerremos el tema lector,... por ahora





¡Ah, pero…! -dicen los detractores-, el número de ventas están distorsionados porque los lectores individuales de romance compran muchísimo. Son adictos (Un artículo en Romantic Times dijo una vez que algunos de ellos compran cuarenta libros al mes).
Bueno, recurramos de nuevo a RWA. La cuarta parte de la población leyó una novela romántica en 2008. Uno de cada cuatro. Ese no es un grupo pequeño. Eso no es una sociedad secreta de adictos. Esa es gente que tú conoces.

Sophie Weston en su post “Who reads it?” 

Obviamente, los prejuicios son más difíciles de vencer que la ignorancia. A ésta se la disipa con datos. Pero aquéllos, los prejuicios, suelen ser paranoicos: rígidos e incorregibles, irreductibles a la lógica.

El prejuicio se empeña en “creer o no creer” cuando, en realidad, de lo que se trata es de “saber o no saber”.

Achacar los problemas psicológicos de una persona al consumo masivo de un determinado producto cultural (sean libros románticos o videojuegos) me parece bastante chorras. Porque, básicamente, no suelen indicar ningún estudio que lo sustente.

A partir de los datos ofrecidos en el segundo post de esta serie, concluíamos que, estadísticamente, el lector de romántica tiende a ser mayoritariamente femenino, con educación académica, buen nivel de vida, pareja estable, etcétera.

Personas que, de comprar algo compulsivamente, serán libros y no trapos. Que afirman ser conscientes de que algunas prácticas sexuales que se muestran en las novelas son irreales y que si en algo les afecta la lectura de romántica, es de manera positiva. Las lectoras diferencian perfectamente entre su compañero en la realidad y el héroe de las novelas.

Todo esto, según datos estadísticos elaborados en Estados Unidos. Algunos datos británicos se pueden encontrar aquí:

·         De forma nada sorprendente, el  93% de las novelas románticas adquiridas en 2007 fueron destinadas a lectoras; ergo, 7% de lectores.
·         Los lectores de romántica compran más que los de ficción para adultos en general, y leen más y toman más libros prestados de la biblioteca.
·         Las mujeres prefieren hacerlo en la cama y los hombres en una silla –leer, of course.

Lo que está claro es que hay una atracción universal por las historias de amor con finales felices. Hace poco leí una noticia sobre escritoras en hausa (en el norte de Nigeria) que se arriesgan por publicar littattafan soyayya (novelas románticas), en medio de una sociedad patriarcal y machista, un entorno cada vez más radicalizado donde el matrimonio por amor es un concepto subversivo, que amenaza las tradiciones. Escritores censurados, libros quemados… Ahora han conseguido cierta aceptación porque eso lleva a estas mujeres a ser importantes en su comunidad, gracias al dinero que obtienen contando estas historias.

Y, ¿cómo es la comunidad romántica en España o en Hispanoamérica?

Por hablar de lo más cercano, el lector medio español (sin distinción de géneros, o sea, no específicamente romántica) es una “mujer con estudios universitarios, joven y urbana que prefiere la novela, lee en castellano y lo hace por entretenimiento”. 

Dentro de los libros más leídos se citaban (estábamos en 2013) libros nada desconocidos para los lectores de romántica, pues incluso los que no pertenecen al género tienen algún elemento amoroso: Cincuenta sombras de Grey (E. L. James), Los juegos del hambre (Suzanne Collins), Las horas distantes (Kate Morton), Misión olvido y El tiempo entre costuras de María Dueñas así como Crepúsculo de Stephenie Meyer.

Las mujeres, con un 64,1% de lectoras en el tiempo libre, leen más que los hombres (54%). Las diferencias afectan también al tipo de lectura: las mujeres leen más libros y revistas, mientras  los hombres se decantan  más por la prensa, los cómics y las webs, blogs y foros.



En este mismo estudio del Ministerio de Cultura, se daba el dato de que la novela contemporánea es la que acapara mayor cuota de mercado (74,2%), seguida por la novela romántica (16,0%). Luego, al hablar de la facturación, señalaron el aumento producido en la Poesía (+26,6%), Otros (+4,3%) y la Novela (+2,3%), en especial la novela erótica, cuya facturación crece un 2.774% — de 1,8 millones de euros facturados en 2011 a 53,14 millones en 2012 —. Por el contrario, la novela romántica y la contemporánea retroceden en facturación —un 17,1% y un 15,6% menos respectivamente.

Respecto a la edad, en España el tramo de más lectores está entre 14 y 24 años

¿Y el lector español de romántica, en particular? No he encontrado investigaciones al respecto, ni siquiera las puramente estadísticas. Así que, si alguien las conoce, porfiplis, póngame alguna referencia

Parece haber poco espacio en nuestras universidades para el estudio de la “cultura popular” o productos culturales de consumo masivo. Y no sólo me refiero a las novelas románticas, sino también a la ciencia ficción, las del oeste, los cómics... O cualquier cosa que huela a comercial y entretenida, desde los videojuegos a la música del cine. Respecto a esto último, abro paréntesis para recomendar el programa de Vamos al cine, de Radio Clásica, que el 31 de enero entrevistó a Teresa Fraile, explicando el lugar de la música en el cine en el ámbito universitario; como se reputaba algo "gastronómico", no se la tomaba en serio, se la veía como algo de menor calidad que la música de concierto. Cierro paréntesis.

Me sobrecogió que el autor de la Guía de la novela negra (Errata Naturae, 2010) tuviera que escribir con el pseudónimo de Héctor Malverde porque, según dice:


“El autor de este libro es un hombre conocido y respetado, deseado a partes iguales por los departamentos universitarios y por los organizadores de congresos internacionales en el ámbito de la literatura (…) Su renombre proviene de sus investigaciones y ensayos en otro terreno: aquél que sus colegas de la academia llamarían “la Gran Literatura” (…) Sería estúpido, por tanto, desperdiciar tantos esfuerzos y aciertos escribiendo una Guía de la novela negra que tal vez lo arrinconaría en los peligrosos pasillos de la universidad y en las fastuosas cenas de los congresos”.


Simplemente, patético. ¿De verdad corre riesgo tu manduca si escribes una guía de novela negra?

Tal vez sea que existe un profundo aborrecimiento al FINAL FELIZ. O que se piensen que estos libros hablan sólo de amor en un tono naíf.

Lo diré una y mil veces: que narres una historia de amor y un final emocionalmente satisfactorio no impide que se puedan tratar otros temas aparte del amor romántico, como el acoso sexual, el trabajo, la maternidad, las desigualdades sociales, la política, la guerra y sus síndromes de estrés postraumáticos,…


De alguna manera, existe esa idea de que los finales felices no son tan valiosos, artísticamente, como la tristeza y el dolor. Que el romance y los finales felices son infantiles y defectuosos, porque podrían no ser particularmente realistas.


Cuenta Beverly JENKINS (escritora maravillosa que se esfuerza en encontrar finales felices en historias terribles de la época de la esclavitud), en una magnífica entrevista que le hicieron para Smart BitchesTrashy Books  (la recomiendo para todos los que sepan la parla del Chéspir), lo siguiente:


En cierta ocasión le espetaron que cómo esperaba que se la tomaran en serio con esas portadas.
Y ella dijo, bien, ¿a quién no le gusta mirar a un hombre guapo?
Todo el mundo se rió.


Pero la Sra. Jenkins ya tenía la marcha metida y continuó:


Nosotros nos tomamos en serio el género, y si hablamos de síndrome de estrés postraumático, lo tomamos en serio, y cuando escribo sobre los soldados negros de la Unión, que fueron enterrados vivos en Fort Pillow, me lo tomo muy en serio.

El tipo –nos cuenta la autora- casi se cae de la silla y se la quedó mirando como preguntándose cómo podía saber ella nada de eso. ¿Por ser negra? ¡No, por ser mujer! ¿Cómo puede una mujer saber esas cosas…?

Me recuerda un poco cuando Jackie C. HORNE, de Romance Novels for Feminists le dio a leer Flores en la tormenta de Laura Kinsale a un compañero académico, a quien le sorprendió tanto la profunda investigación que ese libro tenía detrás que llegaron a tener una conversación que discurrió más o menos así:


-          ¿Estás segura de que esto no lo escribió en realidad un hombre, pretendiendo ser una mujer?
-          ¿De verdad me estás haciendo una pregunta tan sexista?
-          Bueno, no creía que una escritora de novela romántica estuviera interesada en finanzas, y en el estado de la medicina en aquella época, o en ninguno de los otros detalles históricos que aparecen en el libro.

                                                                                                                              
Resumen: que no sólo desconocen quién lee romántica, es que ni siquiera saben de qué van los libros ni cómo están escritos.

Conclusiones personales, después de darle muchas vueltas y escuchar a gente con más experiencia que yo:

1)      Los prejuicios respecto al lector de romántica se basan en la ignorancia. Tendemos a despreciar aquello que desconocemos o que no disfrutamos. Resumido en román paladino: “Si no me gusta a mí, que soy la bomba, entonces tiene que ser una mierda”.
2)      Gran parte tienen un trasfondo machista. Es un género escrito, mayoritariamente, por y para mujeres.
3)      Y un poco snob. Toda la cultura popular (subcultura se decía en los setenta) se desprecia porque sólo pretende entretener, no trascender, aunque si de paso aprendes algo de ti mismo como ser humano y del mundo, mejor que mejor. La novela de género se basa en que, al final, el equilibro se restablezca: los protas acaban juntos, los superhéroes derrotan a los malvados, el sheriff detiene a los cuatreros, y el astronauta vuelve a casa…
La Cultura con mayúsculas, en cambio, y según algunos, debe ser difícil, educativa y trascendente. Al final de un libro “de los buenos” no has de sentirte satisfecho emocionalmente, sino con un revoltijo en el estómago para que salgas a cambiar el mundo. Y está bien, es correcto, si es eso lo que se pretende. A veces necesitamos un revulsivo intelectual pero otras,… sólo entretenernos y darnos un momento de tranquilidad en una vida demasiado perra.
4)      Hablan de oídas. No se han molestado en leer una muestra significativa de novelas románticas buenas antes de opinar.
5)      A los lectores, la romántica nos aporta muchísimo. De otra manera no se explicaría que siguiéramos leyéndola a pesar de la mala imagen que damos leyéndola.
6)      No hay un solo tipo de lector de romántica, lo mismo que no hay una sola clase de novela romántica.

Así que olé sus gónadas a cuantos escriben y leen romántica, porque aun sabiendo a lo que se arriesgan, siguen empeñados en esto. Dedicamos tiempo y esfuerzo en libros que proporcionan escaso reconocimiento, cuando no desprecio o algo peor.


6 comentarios:

  1. Una de las actitudes de desprecio de la novela romantica es la de que no puede provocar la refleccion, precisamente por aquello de que el final es 'de fantasia' (queriendo decir, que hay una resolucion en la trama de la historia: se resuelve el crimen, se detiene al anarquista, los protagonistas salvan al mundo/la humanidad/el universo, etc.).

    Yo no puedo hablar for nadie mas, pero se que en muchas ocasiones algo que he leido en un romance, me ha dejado pensando, y me ha llevado a cuestionar mis prejuicios en diferentes aspectos de la experiencia humana.

    Con muy pocas excepciones, leer amplia tus horizontes, y es bastante estupido y pretensioso el querer limitar los muchos beneficios de la lectura, a los generos aprobados for los academicos e intelectual-oides que se sienten superiores a la cultura general.

    /rant

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    1. Totalmente de acuerdo. Pero, como digo, hablan de oídas.

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  2. PlasPlasPlas.

    Ayer mismo me acordé de ti. Estaba viendo un programa de libros en la tele (el de Dragó) y estaban hablando de La Templanza, de María Dueñas. Y una periodista/tertuliana, la disculpaba diciendo que tenía billar, que tenía bodegas, que no era una novela rosa en absoluto. Y yo pensando...¿las novelas rosas no tiene ambientación ni nada de eso?

    Bueno, fue un poco bochornoso ver a la gente allí, incluida la propia autora, diciendo que sus novelas no eran novelas románticas. Pfs.

    Así que, no me queda más que agradecerte que hagas este blog. Hace falta.

    (Escribí un post con bastante mala leche aquí: http://cuadernoderetales.blogspot.com.es/2016/03/cuando-una-novela-pierde-el-genero.html)

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    1. El "pero mi libro no es novela rosa..." se lo he oído, puf, de Ana Diosdado (hace muchos años) a Moccia (hace menos), pasando por yo que sé cuantos. Cuando oigo eso me digo aquello de excusatio non petita, pero bueno, allá ellos.

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  3. Muy de acuerdo, no podía ser de otra manera.
    Y sí, yo no sé por qué será ni he buscado informarme en profundidad (y si es que esa información está), pero sí tengo muy claro que en España especialmente el género está muy poco valorado. Si en otros países ya lo está, en España lo está el doble. O si no, a saber: Busquemos clásicos de la literatura infantil, ciencia ficcion, fantasía, novela detectivesca, etc de la literatura anglosajona. Hay auténticos clásicos: Alicia en el país de las maravillas, 1984, El señor de los Anillos, Sherlock Holmes... ¿Y en España? Cuesta encontrarlos...
    ¡Un abrazo!

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    1. Los niños, como las mujeres, fueron descubiertos como lectores en el siglo XIX, así que todavía no existe, creo yo, un canon literario infantil y juvenil totalmente aceptado, así que en romántica menos. Repasando Cien libros para un siglo del Equipo Peonza, que hace una propuesta de libros de infantil y juvenil del siglo XX, la verdad es que tienes razón, de España hay poquito, y alguna cosilla hispanoamericano nada. Y lo más conocido quizá sea Platero y yo y los Cuentos de la selva. Pero bueno, lo de la LIJ daría para otro post, largo y tendido.

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