Tópico
harlequinero: agente de la ley que se comporta de manera poco profesional con
una sospechosa/víctima/testigo/lo que sea.
Y viuda
virginal.
Warner Books, septiembre 1992
Diseño de portada: Jackie Merri Meyer
Fotografía de portada: Herman Estevez
Caligrafía: Carl Dellacroce
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DATOS GENERALES
Título original: A Treasure Worth
Seeking
Subgénero: contemporánea/Genérica
Fecha
de publicación original en inglés: mayo de 1982
Pseudónimo: Rachel Ryan
Serie: Candlelight Ecstacy Romance (CER) - 59
SINOPSIS (según
El Rincón de la Novela Romántica)
Verdades crueles...
mentiras delicadas
ERIN. Después de años de
buscar al hermano que nunca conoció, Erin O'Shea ha descubierto su dirección en
San Francisco y aparece en el umbral – desconociendo que iba a entrar en un
conmovedor drama de escandalosos lazos familiares y mentiras... y a un hombre intrigante
y exasperante a quien ella, de repente, necesita amar.
LANCE. Vigoroso, guapo y
duro profesional, Lance Barrett es un agente del gobierno para los casos más
difíciles – como el gran desfalco en el que está implicado el hermano de Erin
O'Shea y quizá también a la atrevida Erin. Su comportamiento y sus secretos
despiertan sus sospechas y su pasión. No sabe que su deseo por ella le hará
quebrantar todas las normas... y poner su carrera y su corazón en peligro.
¿Entra dentro de “Lo mejor de la novela romántica”?
No, la verdad.
CRÍTICA
Sandra Brown publicó esta novela en 1982, con su primer seudónimo,
Rachel Ryan. Pero como otras que aparecen por aquí, yo no la leí hasta los
noventa, cuando me hice poco a poco con toda su backlist. Recuerdo que me gustó.
La releí allá por 2012, para hacer una crítica que publicó El
rincón de la novela romántica.
Ahora vuelvo otra vez a esta novela cortita que sigue el
tópico harlequinero de agente de la ley portándose mal. En estas relecturas las
historias aguantan más bien mal. En 2012 le di 6,5. Hoy no pasa de dos
estrellas. No merece la pena. No es que me disgustara ni nada, es sólo que…
A ver cómo lo cuento.
Erin O’Shea es una antigua modelo que actualmente tiene una
exitosa empresa que organiza desfiles de moda. Con su traje blanco de Óscar de
la Renta y su blusa de seda, llama al timbre de una encantadora casa de clase
media en la que espera encontrar a un hermano
al que no conoce.
Fueron adoptados por dos familias diferentes. Después de años buscándole, ha dado con su nombre (Kenneth
Lyman) y una dirección en San Francisco.
Cuando le abren la puerta, se encuentra con un guapo macizo de
pelo rubio y ojos azules que parece ser su hermano y que la besa antes de decirle
que, en realidad, no es el hermano. Sombra de incesto, ¡aj!
Aunque ella no lo sabe, es Lance Barrett, un agente del
Departamento del Tesoro de Estados Unidos. Su hermano ha desaparecido, junto
con miles de dólares. Los agentes del Tesoro han acampado en la casa, para
proteger a Melanie, la mujer de Ken, y descubrir dónde se encuentra él.
Como Erin es alguien con quien no contaban, pues nada,
sospecha de ella. Y no se cree sus explicaciones, la trata fatal, se impone a
ella. Sospechando que pueda ser una cómplice de Lyman, la cachea,
registra sus maletas y la interroga. Lo cual la enfada bastante, porque Lance
es grosero, hace todas las suposiciones negativas posibles sobre ella, y le
pone la mano encima sin su consentimiento.
Puede que sea una pauta que siguiera Sandra Brown en algunas de
sus novelitas genéricas: que el tipo sea un bruto al principio y piense lo peor
de ella, para crear tensión entre ellos, que la chica demuestre su “espíritu
rebelde” y al final acaben “domándose” el uno al otro o algo así.
Aunque pronto se confirma que Erin no tiene nada que ver, se queda
en la casa, amparando a su desvalida cuñada. Melanie aún confía en que su
marido aparezca y las cosas se resuelvan.
Lo bueno del libro, y que destaqué en su momento en mi anterior
crítica, es la tensión sexual entre Lance y Erin. ¡Electrizante! Él se resiste
(pero vamos, tampoco demasiado), porque no puede implicarse con la hermana de
un sospechoso. El caso de Erin es aún más sorprendente. La pasión y el amor no
entraban en sus planes, pero el intrigante beso de Lance le hace ver que de
verdad algo le faltaba en la vida.
Porque sí, Erin es una de esas heroínas románticas que
consiguen seguir siendo vírgenes a una avanzada edad, a pesar de ser guapas,
haberse casado y enviudado y tener como prometido a un millonario tejano,… A
pesar de todo, esta mujer que no ha debido tener un pensamiento erótico en su
vida, cae rendida a los brazos de este bruto que la trata fatal.
Ya sabéis, el “tío de la vara” mágica tan propio de las novelas de
antaño.
¿Síndrome de Estocolmo, víctima propiciatoria, en realidad quiere
un tío que la desprecie y sea violento?
Ni idea, pero de antes no me fijaba en estas cosas y ahora me
resultan insufribles.
Lance es tu típico agente gubernamental de la romántica: duro,
guapo y musculoso gracias a que sale a correr todos los días. Fracasa
estrepitosamente en su intento de no ponerle la mano encima a Erin.
“Aunque al principio está un poco
en plan agresivo, poco a poco va teniendo momentos de ternura” - escribí en su momento, y mi yo actual le dice a mi yo del pasado
“¡Pero, nena! ¿Estamos leyendo el mismo
libro?”.
La trama amorosa se desarrolla con fluidez, desde la sensual
tensión inicial hasta las excitantes escenas amorosas. La novela se centra en
esa historia romántica, olvidando pronto la parte de la estafa bancaria.
Por entonces me pareció una buena lectura, nada pesada, idónea
para la playa, rápida de leer, relajante.
Es verdad que podía haberse desarrollado más el misterio del
hermano desaparecido y la estafa. Con algo más de suspense, quizá un giro
inesperado que diera otro sentido a la historia. Puede quedar alguna duda sobre
lo que ocurrió exactamente. Tampoco se profundiza mucho la amistad entre
Melanie y Erin. Y el final recurre a un tópico un poquito trillado, con otro
tópico harlequinero que voy a destripar porque total, esta novela lleva
rondando por ahí más de treinta años *spoiler* Sí, en Romancelandia no hay problemas de fertilidad y todas se
quedan embarazadas con sólo decirles “Ojos verdes tienes” *endofspoiler*. Y otro
tópico muy de los ochenta es que el héroe no podía ganar menos dinero que la
heroína, así que lógicamente *spoiler2* al final el señor agente del gobierno se pasa a la empresa
privada para ganar un montón de pasta porque claro, si no, le avergonzaría ir
donde Erin *endofspoiler2*.
En su momento me pareció que, para ser una de las primeras novelas
románticas de Sandra Brown, era una de las más logradas en cuanto al
enamoramiento entre los protagonistas.
Mi opinión ahora, cuatro años después, es menos favorable. Los
machos alfa avasalladores, que se ofrecen a darle una hostia a la heroína y
están a punto de violarla, me atraen más bien poco.
Valoración personal: regular,
2
Se la recomendaría a: los
aficionados a las novelitas de los ochenta.
Otras críticas de la novela:
Con estos libros del año de la polka, y más si no son particularmente
buenos, es difícil encontrar críticas más allá de las de Amazon o Goodreads.
Así que pongo lo poquito que he encontrado.
En El Rincón de la Novela Romántica está
una versión anterior de esta crítica mía. En inglés, Review Stream y NYX Book Reviews, que le da 2.5 estrellas sobre 5.
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