domingo, 19 de marzo de 2017

Crítica: “A Kiss Remembered”, de Sandra Brown



Tópico harlequinero: segunda oportunidad y enamorada de mi profesor.
Warner Books, abril 2003
Diseño de portada: Jackie Merri Meyer
Fotografía de portada: Darren Robb / Alamy


DATOS GENERALES
Título original: A Kiss Remembered
Subgénero: contemporánea/Genérica
Fecha de publicación original en inglés: julio de 1983
Serie: Mills & Boon Desire (MD) – 73 / Silhouette Desire (SD) - 73
Pseudónimo: Erin St. Claire

SINOPSIS
Después de dejar atrás su desastroso matrimonio, Shelley Browning vuelve a la universidad para graduarse y se encuentra cara a cara con un hombre inolvidable de su pasado.
Grant Chapman fue su profesor durante poco tiempo en el instituto, hace diez años. Entonces el profesor y la alumna compartieron un beso, un único y espontáneo beso, abrasador, que aún domina los sueños de Shelley.
Ahora, tan irresistible como entonces, Grant acaba de volver a la enseñanza después de un período como asesor de un congresista en Washington… y no ve nada inadecuado al pedir a Shelley que salga con él. ¿No es eso lo que ella en secreto desea?
Shelley nunca ha estado tan confundida entre lo que quiere realmente y lo que es mejor para ambos. Pero una asombrosa acusación va a cambiar todo eso y obliga a Shelley Browning a elegir: o asume algunos riesgos peligrosos, o pasará el resto de su vida lamentando lo que podría haber sido.

¿Entra dentro de “Lo mejor de la novela romántica”?
No, la verdad, la compré en su día sólo porque era de Sandra Brown.

CRÍTICA
Aunque esta novela se publicó en 1983, yo la leí por vez primera veinte años después en 2003 (mi ejemplar todavía tiene la etiqueta de la Fnac, Madrid).
Shelley, la protagonista, a sus veintiséis años, estudia en una universidad en el nordeste de Oklahoma. Desde el primer párrafo ya ves que tiene cierto interés en su profesor:
Había elegido a propósito un sitio cerca del final de la clase para poder estudiarlo sin ser obvia. Era notable lo poco cambiado que estaba. Físicamente, los diez años transcurridos desde que se vieron por última vez, no habían hecho sino acentuar su atractivo masculino. Cuando tenía veinte años, prometía ser un hombre viril, magnético; en la treintena, esa promesa se había cumplido.
Diez años antes, Shelley era una alumna brillante y animadora de instituto. Tenía dieciséis años y estaba enamorada de Grant. Pero no hacen nada hasta que, celebrando un triunfo deportivo, se les va la olla y se besan apasionadamente. De inmediato, Grant busca otro trabajo y pone tierra de por medio, cortando toda relación.
Shelley acabará el instituto, pero no la universidad, ya que se casa con un estudiante y tiene que trabajar mientras él se saca la carrera de Medicina. Claro que en cuanto se convierte en doctor, este cretino decide que ya no la quiere. Tampoco es que fueran un matrimonio feliz (especialmente en el tema sexual) pero después de dedicarle cinco años de su vida, el abandono escuece.
Así que la divorciada Shelley retoma sus estudios. Quiere trabajar en un departamento de banco especializado en mujeres, particularmente aquellas con negocios propios “o divorciadas o viudas que por primera vez se tienen que hacer cargo de sus propias finanzas”. Suena muy paternalista, pero hay que tener en cuenta que la historia es de los años ochenta. La verdad es que desconozco si hay en los bancos departamentos o secciones dirigidos específicamente a mujeres. Mi impresión es más bien que, seas hombre o mujer, te la meten doblada igual.
Mientras tanto, ¿qué se fizo de Grant Chapman? Pues marchó a Washington, se vio envuelto en un escándalo y ha regresado a la enseñanza. Y Shelley se ha apuntado a sus clases.
Los dos recuerdan aquel beso que compartieron años atrás. Grant deja muy claro desde el principio que está atraído por ella, y como Shelley es mayor de edad, no ve qué problema hay.
Eh… ¿Qué sois profesor y alumna, tal vez?
El esquema de la novela es muy simple: Grant persigue a Shelley. Y Shelley se resiste, porque sí que ve su relación como algo muy inconveniente.
Las escenas se repiten prácticamente iguales:
Ella: “no, que eres mi profesor”.
Él: “y eso, ¿qué más da?”.
Ella “no da igual, que soy tu alumna”.
Él: “que sí da igual, que en realidad yo soy lo que quieres…”.
Shelley termina cediendo: “bueno, vale”.
Intriga no hay mucha, la verdad. Lo coges y lo dejas fácilmente, no te atrapa aunque tampoco resulta particularmente irritante.
Los secundarios son todos antipáticos, ninguno interesante o divertido.
Las segundas oportunidades son uno de mis tópicos favoritos en romántica. Pero parece poco creíble cuando han pasado separados diez años. Si te venden la moto de que estuvieron en secreto enamorados durante una década simplemente, no te lo crees. Y si es lo contrario, que se olvidaron el uno del otro, es como si realmente no fuera una segunda, sino una primera oportunidad.
Lo único que recordaba de la novela es que era aquella en la que un profesor de 25 años besa a una alumna de 16. El tópico “enamorada de mi profe” me resulta incómodo. Es que me veo más como madre de adolescente que como adolescente. No, no creo que a ningún progenitor le guste ese planteamiento.
Pero es que sigue dando grima aunque sean adultos. No me parece correcta una relación amorosa profesor-alumna. Quizá sea porque yo tengo muy metida en la cabeza la imagen de profesor-funcionario y todo funcionario tiene que abstenerse de decidir en cuestiones en las que esté interesado alguien con el que tenga vínculo matrimonial o situación de hecho asimilable (art. 23.2.b) de la Ley 40/2015, de 1 de octubre, de Régimen Jurídico del Sector Público), aunque es verdad que en el ámbito de la enseñanza estas cosas, no sé muy bien por qué, se ven más relajadas. Supongo que un sistema de enseñanza como el estadounidense, en el que ya no hablamos de funcionarios sino de particulares y relaciones laborales, puede ser otra cosa, más vinculado a la imagen que se quiera dar de la universidad y no a la neutralidad de la administración.
En estas tontás estaba yo pensando mientras leía (ya ves, ¡Derecho Administrativo!), así que ya se deduce que miga, la verdad, hay muy poca. Las escenas sensuales sí que son bastante jugosillas, y eso siempre es de agradecer. Pero, francamente, no me llegué a interesar por ninguno de los dos protagonistas.
Sí que me gusta una frase que dice Grant:
“Quizá debería prestar más atención a la opinión de otros. Sería más seguro y juicioso. Pero podría perder un montón de tiempo valiosísimo intentando adivinar lo que piensan de mí y encima es probable que me equivoque. Al final, hay que hacer lo que crees correcto para ti, más que lo que otros creen que es correcto para ti. Dentro de los límites de la decencia y la ley, por supuesto”.
O sea, que si te equivocas, mejor que sea siguiendo lo que tú crees que es correcto. No hay nada más idiota que equivocarte siguiendo un criterio en el que ni siquiera tú crees.
Grant Chapman está seguro de sí mismo. No cede ni un tantico así a las conveniencias sociales. Aunque su carrera esté en entredicho, si él cree que algo no es correcto, sentará sus pies bien firmes sobre el suelo, sin admitir un “no” por respuesta.
Esta terquedad queda muy bien cuando se refiere a su vida profesional, aunque bastante menos heroico si hablamos de un romance.
Valoración personal: más bien irrelevante, 2
 
Silhouette, Jul-1983
Se la recomendaría a: fans de Sandra Brown o adolescentes enamoriscadas de su profe.

Otras críticas de la novela:
Ya he dicho que es difícil encontrar críticas de libros tan antiguos.
 En El Rincón de la Novela Romántica está una versión anterior de esta crítica mía.
En inglés, he encontrado crítica del audiobook.
Siempre tenemos, claro Good Reads.
Y no he encontrado más,… salvo que habléis indonesio. He encontrado una crítica en ese idioma en un blog llamado Bukunya Mput. Le pone a la novela 3 estrellas sobre 5 y acaba la crítica con algo así: “Las ventajas de esta novela, la buena traducción y no un dolor de cabeza. La idea básica es también muy agradable en realidad. Yo podría desencadenar Shelley escribió el mismo resentimiento de ella, por lo menos disfrutar de la historia a pesar de que he terminado con éxito”.
¡Eh, no soy yo, lo dice el traductor de google!

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